Se llega hasta él cruzando el interior de la isla, donde los viñedos se protegen del viento mediante pequeños muros circulares de
piedra volcánica. Esta misma estrategia sirve a Manrique y
Cáceres Morales para organizar los espacios exteriores,
aparcamientos y accesos, desde los cuales se desciende a un edifico cavernoso que recrea las burbujas volcánicas en las que a menudo Manrique sitúa sus residencias.