La obra está elaborada en
piedra y en su interior predominan unos amplios
ventanales circulares, que inundan de luz toda la estancia y sitúan al visitante frente al
mar. Junto a los ventanales se hallan dos grandes
esculturas de Manrique y otros detalles decorativos muy propios del artista. También alberga un pasillo exterior que rodea la edificación y una
terraza ubicada en la parte superior, a la que se accede desde una
escalera de caracol.