El
Puerto de
Arrecife en particular y los de
Canarias en general, sufrieron grandes males por parte de mercaderes piratas, estafadores y por la poca organización de La Corona hacia ellos. En 1720 Canarias se vio inundada de lo que se llamó "realillos falsos" que eran monedas sin peso legal extraídos de un barril de arenques por
arte de birlibirloque. La consecuencia de estos "realillos falsos" fue una voz de alarma "la moneda no vale" que causó cierres de
tiendas y evaporándose las mercancías de primerísima necesidad.