Punto de referencia de los navegantes.

Torre desde la que en el pasado se controlaba la posible llegada de saqueadores (piratas) a la isla.

Mítico lugar al que acuden muchos para ver el ambiente y ponerse el sol.

“Qué luz de atardecer increíble, hecha del polvo más fino, llena de misteriosa tibieza” Xavier Villaurrutia

Con independencia de la calidad de las aguas y las finas arenas de esta playa, que de por sí ya merecen una jornada de asueto, un atractivo más y que atrae a multitud de personas los días festivos es ver la puesta de sol desde este lugar considerado "mágico" por muchos y bailar al son de los tambores que tocas los últimos hippies de la isla.

No es igual ir a calas como esta en verano que en invierno. En verano, sobre todo si es festivo, rebosarían de gente y extender un toalla en la arena sería prácticamente imposible. Por contra, ahora la soledad es la nota característica, casi nadie se acerca al lugar, ni tan siquiera quienes tienen viviendas en las cercanías o los de los chiringuitos o restaurante próximos. La arena suele aparecer con algas y otros restos de arbustos y árboles que llevan los temporales, lo que las hace menos atractivas.

Todos los domingos hay una especie de fiesta de los tambores, coincidiendo con la puesta de sol, al parecer todo empezó en la luna llena del mes de agosto, extendiéndose después a todos los domingos del año. A esta fiesta, a la que acuden muchos curiosos y gentes con ganas de tocar el tambor y fiesta, se le añadieron los vendedores ambulantes que hoy conforman un mercadillo de bisutería, ropa, calzado y otras cosas; además de dos restaurantes y parking de pago. El caso es que la fiesta en cuestión ... (ver texto completo)