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VIEGO: MI BARRIO, MIS BARRIOS...

MI BARRIO, MIS BARRIOS
Siempre que intento hacer un inventario de mis vivencias descubro que éstas en realidad se reducen a dos solamente: mi niñez y más tarde el barrio de mi adolescencia.
Mi barrio se ha ido manifestando puntualmente en mí a lo largo de toda la vida, como si fuese un espíritu que ha tomado cuerpo, una apariencia que me devuelve día a día el reflejo de aquellos momentos. Esos recuerdos me han conducido en más de una ocasión a cierto sobre acogimiento y a planear la escritura de un libro acogedor que llenaría todos mis recuerdos, y como no, mis fantasmas favoritos. ¿Qué es un fantasma favorito?
Cuando paso por tus calles, cuando pienso en la marejada de vida humana que amaba tanto y que ha ido desapareciendo. Algunas veces me miro a mí mismo, y me veo en el barrio como un fantasma autentico, codeándome con gentes y gentes por esas calles que yo llamo mías, y que ya ni siquiera conozco. Quisiera borrar la ilusión del tiempo, compendiar todos mis años en tres minutos, y digamos…
¿Acaso no soy ya un espíritu que ha tomado un cuerpo, y luego se disuelve en los recuerdos?
De entre mis fantasmas favoritos, el más conmovedor quizá sea mi niñez, Mi barrio de Monasterio en Viego Asturias, donde Naci y del que he escrito mucho y, después mi barrio- de la Guindalera en Madrid -aquí vivía yo -
Creo que pronto haré un impresionante testamento literario. Se tratará de un hermoso y breve relato en que recordaré hasta los queridos y desgastados escalones de piedra, donde sentados hicimos tantos planes para el futuro, declaraciones de amor, sitio que también sirvió para hacer amistad y camaradería.
Paseando por aquel lugar en el que fui plenamente feliz, empezó a latirme fuerte el corazón, y aunque el cielo tenía un aspecto vidrioso que no había visto jamás, seguía diciendo: ¡Este es mi barrio!. Y es tremendo que ya no estén ni Julio, ni Jacinto, ni Teodoro y tampoco Cubillo, ni tantos y tantos y ya no se puede ver a la niña en la fuente acudiendo a la cita imprevista.
¡Amor a mi barrio! a mi aldea.
Es la única palabra que se me puede ocurrir aunque te vea vidrioso a través de los años.
En la que fue mi casa, hay dos niños, un chico y una chica pequeña. Ella me ha saludado con la mano y él me dice… ¡Ola!. Me acerco un poco más y me vuelven a decir a dos voces … ¡Ola!
A renglón seguido les contesto - Aquí vivía yo - Entoces ellos se encierran en la casa
¡Con cuanta alegría me hubiese gustado abrazarlos, preguntar como se llama vuestra familia!
Pero para los niños yo era un extraño, y seguramente sus padres les habían prohibido hablar con desconocido ¡Qué pena! Un extraño en mi casa, en mi pueblol y un desconocido en mi barrio…
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