TURON: Habia dejado de llover. Era la hora incierta del amanecer....

-Ven que te seque y te caliente un poco.

-Si no tengo frio, mujer, si no tengo frio.

Mas al norte, cerca ya de las fuentes, incesantes en su preñar de vida el arroyo, Clara Luz Fernandez Moro terminaba el caldo de gallina vieja, con tomillo y regaliz, para la tos perseverante.
Hasta Clara Luz tambien llegaba, como un suspiro sublime, el magico encanto de aquella musica dulce, delicada, como uno de esos hilos de plata en el amanecer del bosque.
-Abra un poco la ventana, abuela, que ya esta sonando el violin.
-Hace algo de frio, hija.
-Pues me echa usted otra manta por encima.
Al escuchar el violin, a Clara Luz se le iba la sensacion de estar de mas en el mundo, sensacion que a menudo sentia desde la noche de boda. Al escuchar el violin de Juan Jacobo, a Clara Luz le subian por el pecho los respingos, que son como los resalvos de la esperanza.
Todo esto ocurria en el poniente del pueblo, a donde llegaba mas nitida la musica del violin del sobrino del maestro.
Seguia lloviendo sobre los vivos y tambien sobre los muertos del camposanto que reventaban las tumbas e iban surgiendo, imperceptiblemente, en forma de ortigas silvestres.
Juan Jacobo terminaba los compases de La noch ajeno a la realidad de todo aquel auditorio.
En el piso de abajo de la escuela, Conrado y Remedios, abrian su corazon, conjuntamente, a viejos apetitos. Y muy cerca de ellos, en el cuarto pareñado, la joven Felicitas deseaba, con impetu irreverente, convertirse en violin y sentir las caricias de su primo eternamente (estrellas que perduran en los cielos inmutables, por los siglos de los siglos, amen Felicitas)

Se ha roto el cielo en mil pedazos y por sus cisuras cae el agua sin cesar a lo largo de toda la tierra y puede que tambien sobre la inmensa llanura del mar.

Los pies de Efren Alonso del Valle se hundian en la tierra barrosa del huerto de la Posada. Efren sentia llover de prisa sobre el capote aguadero. Tanteo la pared y trepo, piedras arriba, hasta la ventana del cuarto de Maura. Lo ofuscaba la magia de aquel sueño y sentia como la noche le iba dictando, con voz de lluvia, los pensamientos.
Toco varias veces en el cristal. Mauricia, aun vestida, acerco el candil a la ventana y se persigno tres veces (no podemos saber si por su asombro o por agradecimiento al cielo).
-Anda, entra.
-Vengo, Maura, empujado por el ansia...
-Calla esa boca.
Llegaba Efren al cuarto de Maura como escupido por la noche, empapado, con la hinchazon de lo mal soñado en los ojos y la zozobra entre las piernas.
-No pareces extrañada.
¿Como podia extrañarse Mauricia por algo que habia deseado en tantas ocasiones? Al contrario, se torno humeda como la noche.
-Vengo a escuchar de cerca esa musica que tienes en las caderas.
Efren Alonso del Valle y Mauricia Costales de Caso, viuda de Orestes Tablon, sintieron sus voces como ajenas, incontrolables, calientes. Ni el uno ni la otra sabian, de aquella historia, donde estaba el principio y donde el final.
Mauricia colgaba el capote de lona de Efren cuando sintio la gelidez de unas manos acariciando su cuello. Se estremecio. A Efren le ardian los ojos de amanecer. Y las palabras fueron surgiendo, quedas, calmosas. Y el amor fue deteniendo las horas para que aquel hombre y aquella mujer se eternizaran en cada momento. Se enredaron sus cuerpos, ya desnudos, y la alianza se hizo sublime. Las almas volaron hasta una esquina sombria del cuarto y los corazones sintieron muy cerca el final del mundo. Repicaba la lluvia en los cristales, que mas bien parecian lienzos rasgados por el viento.
Mauricia y Efren vivian uno de esos momentos sostenidos en el tiempo por los invisibles hilos de la melancolia, uno de esos momentos en que los rasgos fisicos de los rostros enamorados se tornan etereos y las arrugas, las contradicciones, las estrias que rodean la mirada y hasta los pomulos sofocados pierden su temporalidad y, desde esa irrealidad,, configuran la autentica expresion del amor.
Sobre el crujiente colchon de hojas se buscaron uno al otro, impaciente él por entrar en ella, ansiosa ella por recibirle a el. Y el deseo de los dos se fundio en un sollozo prolongado que sacudio sus cimientos.
Mientras esto ocurria, en el huerto encharcado, los sapos lanzaban su mexacan al viento para bautismo de los recien amados.

La lluvia llenaba de himnos el callejon de la casa de Praxedes Moro y Rufo Fernandez. Praxedes (niebla y leyenda) y Rufo (temple y carbon), con la ventana del callejon entreabierta, sentian como se les iba arrugando la vida.
-Es como si los corazones ya no funcionaran con sangre sino con lluvia.
¿Por que dices eso mujer?
- Porque laten sin proporcion, descompuestos por tanto barro y no crian sino inclemencias.
-A don Jacinto parece preocuparle que no termine de alejarse el peligro.
-Tambien a mi me preucupa, Rufo, tambien a mi me preocupa.
Se habian extinguido las llamas de los lares. Ya las xanas se descolgaban por las chimeneas y ensayaban nuevos pasos de danzas primas sobre el calor de las cenizas.
Sobre Peñafonte (con letanias de lluvia) se iba tejiendo la maraña del sueño.
-Parece que con la lluvia anda uno mas desganado.
-La lluvia es el aburrimiento mismo que toma cuerpo.

Habia dejado de llover. Era la hora incierta del amanecer. Las nubes se iban destrizando poco a poco. Habia retales de niebla desperdigados por los castañedos de Cueres. Un manto de vapor ascendia desde la hiojarasca buscando la luz.
Alla iban los mineros, pateando el barro, a tomar el camine de Riofarta, en direccion a las frondas de Cueto Moran, en donde se abria, osada, la mina de San Roque.
Iban silenciosos, aspirando el rocio, tadavia calientes las imagenes del sueño.
Peñafonte quedaba atras, desperezandose aun, respirando ya sus chimineas el humo blanco de las primeras lumbres.
La mina de San Roque pertenecia a la Compañia Minera del Norte, propiedad de unos ingenieros ingleses. En ella trabajaban unos cincuenta obreros, entre interior y exterior. El lavadero aprovechaba uno de los arroyos que nacian en las cascadas de Riofarta y en el trabajaban algunas mujeres y niños.
La mina de San Roqueno no era de las mas inseguras de la region. Desde su fundacion, a cargo del marques de Comillas, se habia cobrado diecisiete victimas (no llegaba a un muerto por año). Habia minas que no bajaban de doce muertos al año.
En las ultimas huelgas de la mineria habian sido despedidos, en toda la region, mas de cuatro mil obreros.
En las minas de la Compañia no hubo despidos, pero si, a cambio, un aumento de media hora en la jornada de interior y de una hora en el exterior, ademas de una reduccion de dos pesetas en el jornal. Los jornales de San Roque estaban en diez pesetas y veinticinco centimos para el interior y en siete pesetas y noventa y cuatro centimos para el exterior. Las mujeres cobraban una peseta menos y los niños, hasta los trece años, veian reducido su jornal en una peseta y ochenta centimos.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Frutos Carralon, hombre pacato y de poco hablar, superviviente de cuatro desprendimientos, encabezaba el grupo de mineros que subia hacia Cueto Moran.
A su espalda, el indolente Haroldo Fernandez Paz, grande como un desconsuelo, saboreaba aun el beso en la frente de Maria Gloria. A Haroldo le reconfortaba sobre manera el beso que cada mañana, antes de partir, le dejaba en la frente su esposa Maria Gloria. Lo reconfortaba incluso mas que cantarle las cuarenta al arriero Juan Villamanin.
Al lado ... (ver texto completo)