POLA DE LAVIANA: El Viajante solía llegar a Pola de Laviana los jueves...

El Viajante solía llegar a Pola de Laviana los jueves de mercado, en el primer tren, que llegaba a la estación. Bajaba del vagón del Ferrocarril de Langreo con la amanecida, cargado con dos grandes y pesadas maletas repletas de mercaderias variadas. Subía lentamente la empinada cuesta que desde la estación conduce a la entrada de la villa, sin prisa; como si tuviese toda la vida por delante.
Solía visitar los establecimientos de la localidad (mercerias, tiendas de hilos y telas etc.…), para entregar los pedidos de la semana anterior y anotar nuevos pedidos; no obstante, solía transportar en sus amplias maletas suficiente mercancías para las ventas previstas.
Decían de él que era muy serio en los negocios mañaneros y que era capaz de de conseguir las mercancías más finas y que escaseaban en los mercados; pues tenían que importarlas de Paris –en aquellos tiempos-

Recuerdo que al mediodía, solía llegar a Casa Elvira la de la Pontona y ocupaba una mesa a la entrada del chigre, con sus inseparables maletas a su lado y media botella de vino con un vaso, siempre a mano.

Con la satisfacción del deber cumplido, le encantaba contemplar el ir y venir de las gentes del mercado, algunos se paraban a hablar con él un rato y les invitaban, a tomar un vaso de vino.
Elvira sacaba unas tortillas humeantes de la cocina, recién salidas de la sartén y que sabían a gloria bendita.
Este hombre corpulento y bonachón, era un ejemplo de lo que tiene que ser un viajante de comercio