Tiene este lugar de Laviana llamado Iguanzo,
casas olvidadas, que poco a poco las come el tiempo.
Huertos descuidados invadidos por los hierbajos y
hórreos venerables, que aguantan el peso de los siglos pacientemente, en su digna vejez; a su lado podemos ver nuevas edificaciones de bonitos chalets, con garaje, pero sin
huerto.
Sigo caminando por la vieja
carretera; que apenas ha cambiado en muchas décadas. Antes te encontrabas con gente aquí y allá, haciendo sus labores agrícolas o ganaderas, ó, simplemente sentados al pie de la carretera, viendo pasar la vida, podias pararte a charlar un rato, con cada uno y, a veces, te invitaban a tomar un café de puchero, mientras te contaban su
historia y te preguntaban por la tuya. Hoy no me he encontrado a nadie... solo un
coche que se quedó parado un momento y después, arrancó otra vez< y tomó el
camino de la Pola. Un albañil coloca unas lascas de
piedra en el zócalo de una
casa de reciente construcción; pero sigue a lo suyo.
Escucho el discurrir del cauce del
río, se oyen los pájaros entre la arboleda y los sempiternos hierbajos de las cunetas, me obligan a ir por el medio de la carretera. Por fin llego al lado del
Puente de
Arco. Este puente eterno que siempre está ahí... ¡este no cambia nada!