LUANCO: El faro silencioso...

El faro silencioso
I
El faro silencioso
que mira, desde el cabo,
contempla los paisajes apartados,
lejanos como el vasto precipicio
que mira la belleza más agreste.
Y tú, como esos mares
me dices con tus ojos
que formas esas olas, sus espumas,
los piélagos eternos que suspiran
el llanto de corales y de arenas.

II
Y el agua de la playa
se mira en tu pupila,
se advierte en tus ojuelos delirantes,
que oyeron a los viejos narraciones
de tiempos de tormentas y galernas.
Y, en tiempos de galernas,
supieron tus pestañas
del golpe de las olas, de la espuma,
de rayos en la altura y de la lucha
del mar con los pesqueros más humildes.

III
A veces, esa madre
se torna en un abismo,
convierte su belleza en furias vivas
que arrancan la ilusión, que hieren hondo,
que saben abatir al más valiente.
Y, hablando de valientes,
¿son pocos los que cruzan
las olas, cuando el alba se aproxima,
luchando con corrientes y con vientos,
dejando el alma allá por un salario?

IV
Y sé que tu pupila
contempla, con dureza
—también con hermosura—, los abismos,
el mar de los abismos que nos mira,
que sabe suspirar o amenazarnos.
El verde de tus ojos,
el verde de los mares,
la furia bella y clara que nos hiere,
sorprenden a ese faro que barrunta
después de las auroras los crepúsculos.

V
Y viene ya el ocaso,
y vienen los crepúsculos
y saben a tristezas, a otoñada,
a lanas y a una ropa que nos cubra,
que evite los cuchillos de la brisa.
Son estas humedades
testigos de un invierno
que ya no está muy lejos, que regresa,
que invade nuestros reinos hechizados,
los reinos del hechizo en que vivimos.

2018 © José Ramón Muñiz Álvarez