GERA: Como decía ayer –soy consciente de lo facilón del recurso-...

Como decía ayer –soy consciente de lo facilón del recurso- avanzábamos con gran dificultad, yo sobre todo, pues siempre fui pequeño pero entonces más, apartando retamas, brezos y no sé cuantos arbustos más con olores tan dispares como y su propia morfología. Saltando de una a otra roca caliza de aristas afiladas que a veces parecían cortadas a pico y a cuyos pies corre el río Gera, por entonces caudaloso en proporción a mi edad y las historias de ahogos que había oído e incluso de la prohibición expresa de mis padres de no acercarme a él sobre todo por aquella zona.
No he encontrado referencia alguna, en ningún libro de historia o de aventuras, de aquella grande y memorable hazaña, pero el entusiasmo y el temor eran igual de monstruosos. Lo digo por mí claro, porque Darío marchaba delante inquebrantable, impávido ¡y audaz!, Como si de una hormiga y abeja se tratara sabía el camino que no existía pero que tenía grabado en su cerebro. Sin duda había descubierto el sendero secreto, o ¿sería cómplice de alguna salida secreta de la joven mora que decían habitaba en aquella cueva y que salía a buscar agua al río que corre allí inmediato? Nadie sabía tampoco, bueno nadie que yo supiera, por qué una tienda de un pueblo cercano, tenía la luz encendida antes de amanecer. Y es que claro con agua sólo, no se vive.
Me asaltó un temor añadido, ¿nos vería el Maestro –déjeme ponerlo con mayúscula, porque realmente lo era-, desde el patio de la escuela? Fue un instante sólo, pues estando con Darío uno se sentía seguro y como la cordura se mide por el grado de locura del resto, a ver quién tenía el metro de medirla.
-Mira, allí está la cueva, oí decir a mi guía.
En efecto, aquello legitimaba la excelente ocurrencia aunque antes o después, alguien, pudiera tenerla como perversa y para nosotros su merecida porción de vergüenza. Pero como diría Escarlata O’Hara en Lo que el Viento se Llevó, en eso ya pensaré mañana.
Un mañana, -relativo, mudable-, habremos llegado a la boca de la cueva, donde los tesoros debían ser abundantes, y acaso al alcance.