En la década de los sesenta y principios de los setenta, contábamos en el
valle del Nalón de una excelente
playa flubial, donde miles de personas acudían a tomar baños en las frescas
aguas del
río Nalón y merendar bajo las arboledas de manzanos y avellanos que abundan en estos prados de la vega de la Coaña y la Chalana.