Se llamaba Pedro Pablo Abarca de Bolea y aún hoy día es imposible sustraerse a su memoria y a la influencia de su obra, aunque nos pase inadvertida por desconocimiento. Se le suele llamar de forma más abreviada el Conde Aranda.
Hay en
Zaragoza una importante
calle, que yo siempre conocí como General Franco, y que tras el advenimiento de la democracia fue llamada Conde Aranda.