Hierros populares Reja en ventana, RUBIELOS DE MORA

Si se entra caminando al casco antiguo de Rubielos de Mora por el portal del Carmen, resulta curioso el ejercicio de mirar hacia arriba (una vez se haya cerciorado el transeúnte de que no va a tropezar con nada) y saludar al búho que observa desde lo alto. Un búho férreo, creado por José Gonzalvo en su taller de Rubielos; una de las dos grandes figuras del arte local, junto a su coetáneo Salvador Victoria.

Su hija, Ángela, espera a HERALDO en la puerta del museo dedicado a la obra de su padre. También estudió Bellas Artes, y habla del talento de su padre con genuina admiración. “En mi casa se podía palpar el espíritu creativo al 100 por 100. Nos cuentan que a los 15 años ya quiso rediseñar el patio del Ayuntamiento, con un dibujo en el que eliminaba elementos y añadía otros. Siempre trabajó mucho”.

En los años 70, el edificio del actual museo estaba cerrado a cal y canto, y amenazaba ruina; con el antiguo claustro carmelita en el centro, había albergado una fábrica textil. “Mi padre había estudiando en otro claustro carmelita en Valencia, cuando cursó Bellas Artes; había una conexión. Lo compró junto a un grupo de amigos y empezó a traer obra de la que tenía en casa, generando desde el principio su propio discurso expositivo. Se creó una Asociación de Amigos del Museo para darle entidad a la iniciativa; mi padre no fue nunca el mejor economista”.

El espacio cierra al público entre enero y marzo; el resto del año es visitable los sábados y domingos, y en verano también abre sus puertas varios días entre semana. “En la primera sala –explica Ángela– están sus maquetas de obra pública; algunas fueron hechas a posteriori para conservarlas aquí. Se formó como pintor, pero enseguida le atrajo el hierro; eso sí, no dejó nunca de dibujar, y en los últimos años volvió a interesarle la pintura”. Gonzalvo murió en 2010, a los 91 años de edad.

La obra de Gonzalvo está diseminada en localidades de todos los rincones de Aragón y la Comunidad Valenciana; también destaca el monumento a Goya en la avenida Roma de Barcelona. “Al principio se servía de una soldadura muy basta; luego fue depurando, y pasando a formas geométricas”, explica su hija. De su ingente obra se pueden destacar el monumento al tambor de Alcañiz (1968) o el monumento a Goya (1978) de Fuendetodos; en Zaragoza se encargó (1979 del monumento a Joaquín Costa sito en la plaza de Santa Engracia. “A mí me encanta el monumento a la vaquilla en Teruel, una alegoría de la ciudad. También hay muestras muy importantes en Calamocha, en Alcoy... mi madre es alcoyana. En los últimos años cambió un poquito de material y estilo, usando hierros más nuevos y finos, recortados y doblados en el yunque a martillazos, sin calor. No hizo forja nunca, aunque aprendió el oficio”.

Gonzalvo esculpía con pasión; solo evocaba temas que le interesasen, desde el campo y los festejos populares a los toros, el deporte o la antropología en general. “Era atleta y le gustaba mucho el fútbol, se iba corriendo de pueblo a pueblo; hasta le paró la Guardia Civil una vez, y también esculpió a la pareja. Tenía una retentiva increíble para los rostros, por cierto; podía reproducirlos al detalle años después de ver a la persona en cuestión, sin foto de modelo”.

Salvador Victoria, adalid del trazo libre y el esplendor geométrico
Ricardo García Prats, director del museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora desde 2016 y colaborador del suplemento Artes & Letras de HERALDO, bromea con la actual muestra coyuntural de la pinacoteca en su planta calle, destinada a tal efecto y centrada en obras del propio Victoria. “Es la más larga de las exposiciones temporales que hemos tenido; se inauguró a la vez que una equivalente, más ambiciosa y completa por cuestión de tamaño y localización, en la Calcografía Nacional de Madrid. La idea era que una vez acabase aquella, la nuestra seguiría un poco más, concretamente hasta el pasado 15 de marzo, pero ya sabéis lo que pasó entonces”.

El museo también aplazó la muestra que debía comenzar el 6 de abril. “Se centraba en el trabajo de un escultor valenciano que ahora vive en el Penedés, Enrique Asensi; la hemos dejado para 2021, e incluirá cuatro obras diseminadas por el casco antiguo, fuera del museo. También se quedó en el tintero la que comenzaba en julio con fotografías de Patricia Allende, hermana de Ouka Leele”. Este 19 de septiembre sí se inaugura en el museo una muestra del abulense Albano Hernández, que vive entre Londres y Madrid. Después de un agosto con aperturas diarias, ahora se abre el fin de semana.

La planta principal está centrada por completo en Salvador Victoria, y repasa toda su trayectoria; la planta superior alberga La Colección, compuesta por obra de otros artistas.”Comenzó con la donación de Marie Claire Decay, su viuda, y ha aumentado con donaciones espontáneas de los artistas que han ido exponiendo aquí”, explica Ricardo.

La pintura del maestro jugaba al principio con una suerte de postcubismo e incluso algo de abstracción; la obra gráfica llegó después y consta principalmente de serigrafías, grabados y litografías. “El cambio –explica Ricardo– se produjo durante su estancia en París y se consolidó cuando regresó a Madrid, ya en los años 60 en adelante. No es un complemento de su obra mayor: yo siempre digo que es igualmente obra mayor”.

Victoria adoptó en los 70 formas paralelas a las de sus óleos, con una celebrada línea geométrica de gran perfección que luego se iría diluyendo en otras formas más libres. “Pasó a trabajar más de brochazo, con el círculo como huella de la anterior etapa. Sus últimas obras llegaron a a principios de los 90; murió en 1994, con 65 años, de una apendicitis”.

París supuso para Victoria ponerse al día de los movimientos internacionales, que llegaban con cuentagotas a España. “Fue un maestro del gesto, y se prodigó en él al principio y al final de su carrera, como puede apreciarse en su homenaje a Albert Camus. Luego probó con lienzos cortados, superposiciones, atisbos de espacialismo… en un momento dado se pasó al temple, usando colores sobrios, incluyendo más relieves y collages hasta desembocar en la geometría perfecta. Marie Claire ha mostrado siempre una gran generosidad con el museo, renovando aportes. A la entrada de la primera planta hay un resumen en tres cuadros: un informalista en los años parisinos, un geométrico estricto tras el retorno a Madrid y la geometría fluida al final”.

Una belleza palaciega piropeada hasta el paroxismo en todo el país
Cuando la conocida marca bombonera Ferrero Rocher otorgó a Rubielos de Mora el título de pueblo más bonito de España, el premio directo (diciembre de 2016) fue una espectacular iluminación navideña y la repercusión mediática correspondiente. Integrado además en la red oficial de los pueblos más bonitos de España (hay siete en Teruel), Rubielos sustenta todos esos piropos en un casco antiguo impresionante, en el que el papel de las casas solariegas y los palacios resulta fundamental. Destacan la casa de los Marqueses de Villasegura, la de los Condes de Creixell o los Condes de Florida, la casa del obispo Sánchez Cutanda, casa Lloret, el palacio de los Marqueses de Tosos y Condes de Samitier, la casa de los Gascón... hay más de una veintena. Curiosidad: encima de las lámparas de forja hay figuras alusivas a la profesión que ejercía la persona que trabajaba o vivía en esa zona del pueblo”.