MONROYO

Habitantes: 393  Altitud: 857 m.  Gentilicio: Monroyenses 
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Situación:

Municipio de la Comarca del Matarraña, en la provincia de Teruel. Es la localidad de mayor altitud de la comarca, situada bajo la peña llamada La Mola, excelente mirador natural.
Se puede practicar montañismo, senderismo y caza, en su término municipal. La agricultura se centra en el cultivo de olivos y almendros. En la ganadería destacan las granjas porcinas. Es famosísimo el Jamón de Monroyo.

Fiestas:

El día 17 de enero se celebra San Antón, con las típicas hogueras y la "rostida" de chorizo.
Santa Águeda se conmemora el día 5 de febrero.
Es festivo el Lunes de Pascua y se realiza una romería a la ermita de la Consolación.
El día 10 de julio se celebra San Cristóbal, bebiendo "calmant".
Las Fiestas Mayores son del 13 al 19 de agosto, en honor de la Virgen de Asunción y San Roque.
A primeros de noviembre se celebra la Feria. En ella se pueden adquirir artículos de artesanía, productos agrícolas y degustar la gastronomía del lugar.

Costumbres:

En Monroyo se puede disfrutar de un buen jamón de Teruel, un excelente aceite de oliva y una auténtica delicia gastronómica: la Trufa negra. Perros adiestrados son los encargados de encontrar este preciado hongo, que crece bajo tierra, en los bosques de encinas y robles. Algunos de estos árboles desarrollan la simbiosis, parasitando las raíces.
Hay que destacar, entre sus cultivos, el de olivo, para la elaboración de Aceite de Oliva, producto que cuenta con Denominación de Origen, así como los excelentes jamones que igualmente son productos con Denominación de Origen Jamón de Teruel.

Historia:

Tenemos muy escasas noticias de los primitivos pobladores de Monroyo, pero se han encontrado en las cercanías restos de sílex y de un poblamiento ibérico.
En la Edad Media, el castillo y el territorio de Monroyo fueron ocupados por el rey Alfonso I el Batallador, hacia el año 1132, pero no se conquistaron definitivamente a los árabes hasta 1169.
En el año 1185 el rey Alfonso II el Casto (conocido también como el Trovador), desde Zaragoza, concedió el castillo de Monroyo al Arzobispo y a la Seu de Tarragona. Sin embargo la corona recuperó posteriormente el dominio y Pedro II el Católico lo cedió a la orden de Calatrava con el encargo de reconstruir y poblar la fortaleza y las tierras vecinas y de hacer de aquella un baluarte de la cristiandad. El 3 de abril de 1209 los caballeros de Calatrava tomaron posesión de la fortaleza.
Cuenta la tradición que en este alcázar descansó el Cid de sus fatigas guerreras, en varias ocasiones, y también lo hicieron los reyes Sancho Ramírez y Jaime I, siendo precisamente éste último quien mandó reforzar sus defensas.
El caserío del pueblo fue creciendo al abrigo del castillo, concediéndose a sus habitantes la carta de población en 1231, por el maestre de Calatrava Pedro González Yáñez de Novoa. Diez años más tarde, en 1241, se constituyó la encomienda de Monroyo de la mencionada orden militar.
En 1257 se otorgó a la villa el privilegio de celebrar mercado público todos los miércoles y el 14 de mayo de 1286 el rey Alfonso II se hospedó en el castillo con un séquito de cerca de 500 hombres. Existe constancia de la existencia en 1280, en la cima de la Muela, de la iglesia de Santa María de la Mola (hoy desaparecida) y en 1287 el comendador de la orden de Calatrava autorizó la construcción de una nueva iglesia y un horno en el pueblo.
En 1324 existía ya una cofradía bajo la advocación de Santa María de la Mola. Con posterioridad se constituyó otra en Peñarroya con igual denominación. El 1 de enero de 1349 se fusionaron ambas y la resultante tuvo una prolongada vida puesto que no fue disuelta hasta el año 1886.
En 1338, la población contribuyó con 109 sueldos a los fastos de la celebración del matrimonio entre el rey Pedro IV el Ceremonioso y María de Navarra. Los pleitos y disputas entre Monroyo y Alcañiz por causa de los límites de las jurisdicciones de sus respectivos castillos fueron constantes durante los años 1321 y 1322. En 1387 Peñarroya y Monroyo mantenían también conflicto por problemas de límites que fue resuelto con una avenencia el 24 de mayo de aquel mismo año. Y el 30 de diciembre siguiente, el Consejo de Monroyo y los de las antiguas aldeas firmaron una concordia en la que se establecía que cualquier conflicto que se produjera entre ellos se dirimiría en el porche de la Iglesia de Monroyo el primer domingo siguiente al de la Trinidad por una asamblea de 16 vocales, 8 de Monroyo y 8 de las aldeas; y acordaron también que cada pueblo contribuiría a los gastos comunes según la siguiente proporción: Monroyo con 403 sueldos, Peñarroya 245, Belmonte 116, Ráfales 109 y Fórnoles 64. Esta proporción da idea de la importancia relativa de cada villa.
En 1382 una concesión real autorizó la celebración de una feria anual, de 15 días de duración, a partir de la fiesta de San Miguel de septiembre. Pero los pleitos con Peñarroya se mantenían, ya que en 1397 Monroyo reclamaba a la villa vecina la propiedad de las primicias de la partida Coll Roig. El 17 de mayo de 1449 los consejos de Monroyo, Peñarroya, Belmonte y Ráfales, junto con el de la Fresneda (la Freixneda), viendo peligrar los antiguos privilegios, se dirigían al rey pidiendo que fueran respetados y que se les liberara de la imposición de nuevas cargas.
Durante la guerra contra Juan II, el príncipe Carlos de Viana estuvo preso en el castillo, saliendo el 14 de febrero de 1461 para ser conducido al de Morella. A últimos de diciembre de 1705 la población fue asaltada por las tropas borbónicas del príncipe Jan Serclaes de Tilly que ordenó a los soldados el saqueo y el incendio de la villa por no haberse puesto a favor de Felipe V. El castillo fue derruido y prendieron fuego a la Casa de la Villa y a muchas casas particulares. El palacio del marqués de Santa Coloma, que había sido saqueado antes por los austracistas, fue también quemado.
En febrero de 1706 la villa fue reconquistada por el ejército del rey-archiduque Carlos III. El rey Carlos IV, de acuerdo con el Consejo Real de las Ordenes Militares, aprobó el año 1774 los estatutos y ordenaciones de la villa, redactados en sustitución de las anteriores y muy antiguas normas que aún perduraban.
El 31 de marzo de 1791, un decreto real dispuso la segregación (ésta fue la última) del término de Torre de Arcas de la jurisdicción de Monroyo, estableciéndose los límites y territorios de ambos pueblos que han permanecido vigentes hasta nuestros días. Durante la Guerra de la Independencia, y concretamente en el mes de marzo de 1809, los franceses se apoderaron de la villa y el 19 de mayo de 1810 la tomaron las tropas españolas.
A principios de 1836, durante las Guerras Carlistas, el general Cristino Palarea atacó Monroyo y en 1839 las tropas del general carlista Llagostera incendiaron de nuevo la población quedando afectados 137 edificios, muchos de los cuales no fueron ya reconstruidos. Los incendios padecidos por la población motivaron que entre los habitantes de las localidades vecinas se nos conozca por el apelativo de "sucarrats" (socarrados).
El recinto de la villa estuvo amurallado. Queda en pie el portal de Santo Domingo, que fue reconstruido hace pocos años, y algunos vestigios de los de sant Roc y de la Iglesia, pero no así del portal del Collado, al oeste del pueblo, del cual no quedaba otro dato que la noticia transmitida oralmente por las generaciones anteriores. El de sant Roc fue derruido pocos años después de finalizar la Guerra Civil (1936-1939) debido, según dicen, a que la estrechez de la puerta no permitía el paso de los camiones al interior de la población. En dicha guerra, el ejército republicano estableció un frente en estas sierras tratando de evitar el avance hacia la zona levantina de las tropas llamadas nacionales que, finalmente, entraron en Monroyo el primero de abril de 1938. Su comandante era el general Camilo Alonso Vega que decidió establecer el cuartel general en el hostal de la Placeta. El frente de guerra castigó con dureza nuestra tierra y también los pueblos y sus moradores que se vieron obligados a huir hacia los montes en busca de refugio. Los combates fueron encarnizados y con continuos bombardeos por parte de la aviación. Con la toma de Monroyo los soldados republicanos huyeron a la desbandada hacia Cataluña. Hoy quedan todavía muchos restos de los parapetos y las trincheras que construyeron. El fenómeno del maquis, producido durante la posguerra, afectó también de manera considerable la vida cotidiana de nuestra comunidad. Estas circunstancias tuvieron su punto culminante con la medida adoptada por el Gobernador Civil de Teruel en el año 1947 que obligaba a los masoveros a desalojar las masías y vivir en el pueblo. Muchos de ellos ya no regresaron.

Turismo:

De los cuatro accesos con que contaba la desparecida muralla sólo se conserva el Portal de Santo Domingo, restaurado hace unos años. En el casco urbano hallamos diversas casas-palacio importantes de las que destacamos el antiguo hostal de la Placeta, que fue residencia del conde Borrás, con elementos góticos y renacentistas, pues pertenece a los siglos XV y XVII; la casa del marqués de Santa Coloma, que fue dividida en cuatro partes y adquiridas por diferentes propietarios; junto a ella se encuentran las ruinas del convento de las monjas, abandonado, según parece, tras sufrir un incendio.
También interesantes son la casa Raimundo, que aprovecha los sillares del castillo; o la casa Sastrón.
Hay, calles estrechas y con encanto, como la calle Empedrada, de la que parte una escalinata que nos lleva a la Casa Consistorial. Es un edificio renacentista, del siglo XVI, que mantiene la tipología clásica de tres plantas con grandes vanos, bajo un alero muy prominente. Las arcadas de su planta inferior y los amplios porches de la lonja, situada frente al ayuntamiento, crean un espacio casi abierto de innegable encanto.

Curiosamente, la iglesia parroquial de la Asunción se halla en la parte baja. El actual edificio se levantó sobre un templo gótico anterior, del siglo XIII, dejando de usarse la antigua iglesia de Santa María de la Mola, que se hallaba en lo alto de la población. La torre es de planta cuadrada e inacabada, con un remate en forma de pequeña espadaña. En el interior del templo encontramos decoración barroca, con elementos neoclásicos, y una pila bautismal de época románica, tallada en una sola pieza de piedra. En la zona más elevada se encuentra la característica torre del Reloj. Allí se erguía el castillo, cuyos restos fueron destruidos en un incendio, junto con la antigua iglesia de Santa María, durante la Guerra de Sucesión.
En los alrededores encontramos diversas edificaciones, como la torre del Marqués de Santa Coloma, con elementos fortificados, o un antiguo pozo cuya construcción se atribuye a los musulmanes, llamado el Pou de la Vila.
La ermita de Santa Ana, de la que quedan escasos restos y, cerca de ellos, los de la ermita de Santa Bárbara, templo en ruinas, de estilo neoclásico, en el que aún es posible apreciar algunos fragmentos de frescos.
La única ermita que se mantiene en buenas condiciones es la de la Concepción, también neoclásica. Fue construida en el siglo XVIII, probablemente en el lugar donde se alzaba un edificio anterior. Junto a ella encontramos la casa del ermitaño, del siglo XVI, de la que destaca la bella decoración de su interior. En la actualidad es usada como casa de colonias.