A esa Poeta fustrada, y que se dedica a la maravillosa labor de la enseñanza, y de la que tanto tenemos que apreder, de sus divinas fustraciones.
Al sol levantó apenas la ancha frente,
El veloz hijo ardiente,
Del Céfiro lascivo...
Porque los caballos andaluces,
Eran hijos del viento de poniente,
Que fué su padre,
Y de las yeguas béticas,
Otra vez que nunca falte:
Cuya fecunda madre al genitivo soplo
Vistiendo miembros, o en el Polifemo,
Cuando al principio, el conde de Niebla sol de sus estados,
Podía con el caballo andalúz de ociosa espuma,
Peinar el viento, fatigar la selva.
Ciertamente animales más veloces que las reatas de mulos, las galeras de mercancías, o las diligencias de viajeros, que en aquellos años tardaban entre nueve y doce días en llegar de Sevilla a Madrid, y a veces los caballistas le esperaban en el famoso puente de Alcolea para asaltarlas, y luego largarse a galope con sus caballos hijos del viento. Habia caballistas de Campiña, como Juan Caballero, y caballistas de serranía, como el compadre Tempranillo.
Cuentan; que en una ocasión iban los dos con quince hombres montados por la Serranía de Ronda, donde había una vara de nieve y pasaron muy mal tiempo y muchisimo frio, y se quejaba Juan Caballero por eso, y su compadre le dijo:
Usted es caballista de campiña, pero aquí en la Serranía siempre es más seguro precisamente por la nieve y la lluvia.
Lo único que hay que tener cuidado es disimular las pisadas de los caballos.
Y por tal cuidado aquel día pusieron trapos en los cascos "y era imposible saber si veniamos o ibamos, luego fueron por la parte de Montejaque, donde el siglo pasado estuvo un campamento de milicias universitaria, y allí habia unas cabrerizas, donde José Maria tenía mucho mando, y donde cada uno tenía allí su "querida" los de la campiña, como no eran de aquel pais, no tenían relaciones con nadie.
Resumo con que Juan Caballero apadrinó a un hijo de José Maria, y del mismo nombre que este, huerfano de madre, y de ahí eran compadres, la mujer de El Tempranillo, Gerónima Francés murió en un cortijo donde dió a luz, pero no del parto, sino que como José María asistía a este, fueron sorprendidos por lo migueletes y empezó un tiroteo, siendo alcanzada en el fuego cruzado, terciando su cuerpo sobre la grupa y el niño en la faja, salió disparando al galope y logró escapar, llegando a Grazalema y dando sepultura a su mujer en la iglesia, y entregando el niño a su abuela para su crianza.
Esto, se desarrolla entre, la Historia y la Leyenda, derivando más a la primera.
Ay, que bonita está la sierra,
En el otoño,
Mi morena con sus ovejas,
Y el rojo de los madroños,
Verde de las madrñeras,
Negros son su ojos,
Y rojos son su labios,
Rojos ¡Como madroños!
Con mi afecto: El Poeta.
Al sol levantó apenas la ancha frente,
El veloz hijo ardiente,
Del Céfiro lascivo...
Porque los caballos andaluces,
Eran hijos del viento de poniente,
Que fué su padre,
Y de las yeguas béticas,
Otra vez que nunca falte:
Cuya fecunda madre al genitivo soplo
Vistiendo miembros, o en el Polifemo,
Cuando al principio, el conde de Niebla sol de sus estados,
Podía con el caballo andalúz de ociosa espuma,
Peinar el viento, fatigar la selva.
Ciertamente animales más veloces que las reatas de mulos, las galeras de mercancías, o las diligencias de viajeros, que en aquellos años tardaban entre nueve y doce días en llegar de Sevilla a Madrid, y a veces los caballistas le esperaban en el famoso puente de Alcolea para asaltarlas, y luego largarse a galope con sus caballos hijos del viento. Habia caballistas de Campiña, como Juan Caballero, y caballistas de serranía, como el compadre Tempranillo.
Cuentan; que en una ocasión iban los dos con quince hombres montados por la Serranía de Ronda, donde había una vara de nieve y pasaron muy mal tiempo y muchisimo frio, y se quejaba Juan Caballero por eso, y su compadre le dijo:
Usted es caballista de campiña, pero aquí en la Serranía siempre es más seguro precisamente por la nieve y la lluvia.
Lo único que hay que tener cuidado es disimular las pisadas de los caballos.
Y por tal cuidado aquel día pusieron trapos en los cascos "y era imposible saber si veniamos o ibamos, luego fueron por la parte de Montejaque, donde el siglo pasado estuvo un campamento de milicias universitaria, y allí habia unas cabrerizas, donde José Maria tenía mucho mando, y donde cada uno tenía allí su "querida" los de la campiña, como no eran de aquel pais, no tenían relaciones con nadie.
Resumo con que Juan Caballero apadrinó a un hijo de José Maria, y del mismo nombre que este, huerfano de madre, y de ahí eran compadres, la mujer de El Tempranillo, Gerónima Francés murió en un cortijo donde dió a luz, pero no del parto, sino que como José María asistía a este, fueron sorprendidos por lo migueletes y empezó un tiroteo, siendo alcanzada en el fuego cruzado, terciando su cuerpo sobre la grupa y el niño en la faja, salió disparando al galope y logró escapar, llegando a Grazalema y dando sepultura a su mujer en la iglesia, y entregando el niño a su abuela para su crianza.
Esto, se desarrolla entre, la Historia y la Leyenda, derivando más a la primera.
Ay, que bonita está la sierra,
En el otoño,
Mi morena con sus ovejas,
Y el rojo de los madroños,
Verde de las madrñeras,
Negros son su ojos,
Y rojos son su labios,
Rojos ¡Como madroños!
Con mi afecto: El Poeta.