Más conocida como Abadía del Cister fue construida en 1878 por Jerónimo Cuervo y restaurada en 1990. La
Iglesia dispone de un bello
coro y tribuna tras el presbiterio, son una muestra del
arte sacro conventual cuya
señal más evidente está en su
fachada sencilla y luminosa rematada por una
estatua en terracota de
Santa Ana original del XVIII.
El artista Pedro de Mena estuvo muy vinculado a esta Abadía por varias razones; la primera simplemente por vecindad, ya que su
casa taller, que actualmente es sede del
Museo Revello de
Toro, está prácticamente frente a este
convento, en la vecina
calle de Afligidos.
Además, en 1671 profesaron en el convento dos de sus hijas, que tomaron los nombres de Andrea María de la Encarnación y Claudia Juana de la Asunción, y más tarde en 1676, su otra hija, Juana entra como monja de coro con solo ocho años. Hijas que aun dentro de la abadía continuaron con labores artísticas.
Quizás por todo esto, Mena pidió ser enterrado en la iglesia de la abadía, cosa que se hizo el 14 de Octubre de 1688. Más tarde y cuando el
monasterio primitivo se derruyó, los huesos de Pedro de Mena de trasladaron a la Iglesia del
Santo Cristo y allí estuvieron olvidados hasta que se redescubrieron en 1996, siendo trasladados otra vez al Cister, y enterrados justo a la entrada ya que según la leyenda, era deseo del artista “que dado lo humilde de su persona, estuviera en lugar donde pudiese ser pisado por los fieles”.