Cuevas Bajas posee una
historia muy antigua, a pesar de no disponer de datos documenta les que lo aba len, pero el gran número de cuevas que posee su término, de las que le viene el nombre, hacen intuir un pasado prehistórico importante en el municipio. También existen en sus alrededores multitud de poblados de época
romana muy relacionados entre sí. Puesto que poseía una gran riqueza de terreno y buena capacidad de producción agrícola, los árabes se esmeraron en esta zona introduciendo mejoras en los útiles de trabajo, en el sistema de riego, que aún se utiliza en las
huertas, y en el cultivo del
olivo con la consiguiente elaboración de aceite. Con el propósito de defender sus fértiles tierras y su población, construyeron una fortaleza que subsistió hasta 1424, en que destruida por las tropas castellanas. Como muestra de agradecimiento a la ciudad de Antequera por la ayuda económica y
militar que le prestó en esta importante campaña, Juan II, le hizo donación de la Dehesa y Cuevas de Belda, siendo repartidas entre los nuevos pobladores que se agruparon en dos zonas en torno a las
grutas, llamando Cuevas Altas a la que estaba cerca de la
Sierra, y Cuevas Bajas a las más apartadas. La repoblación en el caso de Cuevas Bajas fue muy dura, debido a la destrucción del anterior poblado. Desde ese momento hasta el siglo XIX se continuaron un sin fin de pleitos entre los moradores de Cuevas Bajas, que deseaban poseer su propia jurisdicción y Antequera, que resistía a ello. Por fin el 7 de agosto de 1818, se firmó por el rey Fernando VII la tan anhelada real cédula de villazgo.