La sinuosa vereda,
Del cerro hasta el río baja
Y por ella, tempranito,
Camina linda muchacha.
Pañuelo rojo en el pelo,
Que rebelde, de él se escapa,
Delantal de lienzo blanco
Sobre su caderas anchas,
Mantón ceñido en el talle,
Que su cintura destaca
Alpargatas de las de cintas,
Que sobre sus piernas las ata
Y una falda percal,
Que revolotea entre las matas.
Porta canasta de mimbre,
Con ropa para lavarla,
Cuba de cinc reluciente,
Con ceniza de gris plata,
Piedra de lavar de madera,
Gastada de tanto usarla,
Talega azul a cuadritos,
Donde su merienda guarda,
Botija de barro blanco,
Que hace muy fresquita el agua
Y una flor roja en la boca,
Para el galán que la aguarda.
Mientras hace el camino,
Canturrea en voz muy baja,
Charlotea con el muchacho,
Que en un recodo esperaba,
Lentamente se despiden,
Con las miradas trenzadas,
Se apresura, casi corre,
La mañana está avanzada,
Por fin llega al lavadero
Y en una piedra se instala,
Echa en remojo la ropa, y lava,
Entre sonrisas y charlas.
Ya no es igual la vereda,
Que sólo al pantano baja,
La muchacha, ya mayor,
En la lavadora lava,
Ha dejado la ceniza
Y a la lejía se pasa
La canasta y la piedra,
En las cámaras guardadas,
Junto con la botijilla ,
Que hacía tan fresquita el agua
Y el lavadero dormido,
Bajo la masa de agua
Que al igual que la Asperilla,
El pantano ha tapado.
Quimera.
Del cerro hasta el río baja
Y por ella, tempranito,
Camina linda muchacha.
Pañuelo rojo en el pelo,
Que rebelde, de él se escapa,
Delantal de lienzo blanco
Sobre su caderas anchas,
Mantón ceñido en el talle,
Que su cintura destaca
Alpargatas de las de cintas,
Que sobre sus piernas las ata
Y una falda percal,
Que revolotea entre las matas.
Porta canasta de mimbre,
Con ropa para lavarla,
Cuba de cinc reluciente,
Con ceniza de gris plata,
Piedra de lavar de madera,
Gastada de tanto usarla,
Talega azul a cuadritos,
Donde su merienda guarda,
Botija de barro blanco,
Que hace muy fresquita el agua
Y una flor roja en la boca,
Para el galán que la aguarda.
Mientras hace el camino,
Canturrea en voz muy baja,
Charlotea con el muchacho,
Que en un recodo esperaba,
Lentamente se despiden,
Con las miradas trenzadas,
Se apresura, casi corre,
La mañana está avanzada,
Por fin llega al lavadero
Y en una piedra se instala,
Echa en remojo la ropa, y lava,
Entre sonrisas y charlas.
Ya no es igual la vereda,
Que sólo al pantano baja,
La muchacha, ya mayor,
En la lavadora lava,
Ha dejado la ceniza
Y a la lejía se pasa
La canasta y la piedra,
En las cámaras guardadas,
Junto con la botijilla ,
Que hacía tan fresquita el agua
Y el lavadero dormido,
Bajo la masa de agua
Que al igual que la Asperilla,
El pantano ha tapado.
Quimera.
