JAEN: COSTUMBRES. La situación topográfica de esta prov.,...

COSTUMBRES. La situación topográfica de esta prov., que está como implantada entre otras de carácter y costumbres diferentes, da lugar a que los habitantes de esta participen de muchas de las cualidades de los de aquellas. Así en efecto, y contrayéndonos a la capital, se nota que sus naturales participan de la honradez y formalidad castellanas, sin carecer de la gracia e imaginación propia de los andaluces. Dícese generalmente que la prov. de Jaén es la Galicia de las Andalucías, y así en efecto bajo el aspecto general, mercantil, político e industrial. Pero esta circunstancia aumenta hasta cierto punto el mérito de sus costumbres, porque la mantiene a un grado de pureza muy difícil de hallar y conservar en un país meridional. Los habitantes de la capital ni se encuentran en el agitado movimiento de un gran pueblo, ni en la paralización físico-intelectual de la aldea. Esto que es indudablemente un mal para la clase media ilustrada, no deja de ser un bien para el conjunto general de la pobl. Partiendo de este principio, digamos algo de las costumbres detalladamente. Propietarios, artesanos y hombres de campo, llamados por el vulgo pastiris y a sus mujeres pastiras, son los tres grandes grupos en que debe dividirse la masa natural y constante de los vecinos de esta pobl. Los primeros, si bien no pueden hacer alarde de una refinada ilustración, hay sin embargo en esta clase hombres científicos, de genio, y en general hay buen juicio y discreción. Su vida doméstica es tranquila y apacible, su trato público también y huye casi siempre de las escenas políticas y agitadas, de los cargos comprometidos que puedan alterar en alguna parte su vida metódica o la integridad de sus intereses. Los artesanos son también en general de buenas costumbres y aplicados a su trabajo. Por regla general todos saben leer y escribir, y esta circunstancia los haría, muy civilizados, si se les promoviese por buenos medios la afición a la lectura. La juventud artesana es sin embargo bastante bullidora y la que más se deja notar en las fiestas públicas de cierto género, son aseados y se atavían con esmero y gusto. La gente de campo, cuyas costumbres ofrecen el tipo especial y característico del país, porque difícilmente las alteran, es generalmente pacífica, de genio dócil, aunque de trato brusco por efecto de su escasa civilización. Son obedientes a la autoridad y solo emplean su malicia campesina cuando en circunstancias dadas, se trata de dar valor a su trabajo o de burlar al amo que los emplea. Hay entre ellos una clase, la de hortelanos y vegueros, que como más acomodada, presenta caracteres más análogos al género de cultura de estas gentes en una antigua capital de provincia. Todos generalmente son sobrios, no es muy común entre ellos la embriaguez, aunque diariamente suelen beber vino, y por regla general puede decirse que entre los simples jornaleros de campo, habría muy buenas costumbres si se les civilizara en algún tanto por el único medio que hay para ello, que es dándoles terrenos para cultivarlos de su cuenta. No hay mucha limpieza en las casas de estas gentes por regla general y esto depende ademas de que sean sus mujeres algo desidiosas, de la grosera construcción que en general tienen sus casas, y de la falta de costumbres de enjalbegar o blanquear, tan generalizada en otras provincias de Andalucía: así es que la casa del hombre de campo está ennegrecida, presentando un aspecto repugnante que desaparecería con solo la blancura. En las demás casas de la ciudad se observa un regular aseo que crece de día en día, ya por las nuevas construcciones que se hacen sin cesar, ya porque la limpieza es un goce y hay cada vez más afición a gozar. Todos los habitantes de la ciudad frecuentan las prácticas religiosas; son hospitalarios y entre las gentes acomodadas se da una acogida tal al forastero, que suele tocar en adulación y acaso es demasiado el lugar que se hacen en sus casas y en su corazón. Tienen una afición extraordinaria por edificar casas en el campo: así es que viñas y olivares insignificantes, tienen su casa que casi siempre tienen dos pisos: esto depende del gusto que hay por ir al campo y de la necesidad de guardar la propiedad, pues aqui no hay guardas públicos rurales asalariados, y solo se llaman guardas unos hombres autorizados para hacer denuncias, que los nombra el ayuntamiento. Por último, los habitantes se denominan jienenses, del antiguo nombre latino; tienen un desarrollo regular, tal como puede ser en habitantes del medio día de España Las mujeres generalmente son bien formadas, se desarrollan con facilidad y es muy frecuente admirar en ellas todos los encantos de su sexo, llevados a un alto grado de perfección.
* Diccionario Geográfico – Estadístico - Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Pascual Madoz, 1848.