Los morales de la carretera: Cuando saliamos de la escuela de la Tercia, los pequeños inducidos, seguiamos algún niño que ya iba para hombre, dado que era unitaria, es decir, diferentes edades concurriamos en la misma. Llegábamos a la Cuesta del Moral, allí a ambos lado de la carretera se veían árboles con troncos gruesos con sus cortezas semi desnudas. El firme estaba desnivelado, pedregoso y gris, le cubría una aterciopelada alfombra, eran las moras caídas y pisoteadas. El niño hábil y certero trepaba y con un rodrigón, hallado en la cuneta abaleaba, cuántas su abasto alcanzaba, los pequeños desde el suelo cogiamos aquel maná semi-prohibido, eran de diferentes colores ámbas y brillosas como una mujer joven en primavera, otras renegridas, pero siempre con el temor al capataz de Obras P. Sentía y cuidadaba los morales como propios. De pronto, algunos niños unos tras otros corrían gritando ¡Ruf..o!... La vida transcurría así de fácil y de sencilla, yo desde la larga distancia en el tiempo, lo recuerdo con mucho cariño. ( mis pequeñas travesuras).
A. Desde la memoria de mi infancia.
A. Desde la memoria de mi infancia.
