—Me voy a servir. Esa es su respuesta.
Ya se coge la ropita, ya se va como enfadada,
va a la casa de don Pepico preguntando por posada.
La dueña le dice: —Te puedes quedar,
supuesto que sabes coser y planchar.
Un día salió de casa
más hermosa que la dueña,
donde a diario ganaba
siendo una triste doncella.
Lo que llevaba valía un tesoro,
tan lujoso como el del rey moro,
portaba reloj, también abanico,
todo lo pagaba el señor Pepico.
Ya se coge la ropita, ya se va como enfadada,
va a la casa de don Pepico preguntando por posada.
La dueña le dice: —Te puedes quedar,
supuesto que sabes coser y planchar.
Un día salió de casa
más hermosa que la dueña,
donde a diario ganaba
siendo una triste doncella.
Lo que llevaba valía un tesoro,
tan lujoso como el del rey moro,
portaba reloj, también abanico,
todo lo pagaba el señor Pepico.