al coger la primer presa,
del
cielo baja una voz,
que atemoriza la tierra.
—No te comas tú esa linda,
no te comas tú esa presa,
55 que el comerte tú esa linda
es
comer tu sangre misma.
La agarró de los cabellos,
la sala
barrió con ella.
—Bajar, demonios, bajar,
60 que ya la tenéis por vuestra.