2. En los inquietos bosques vibrantes de batidas,
Por los
jardines ebrios donde sube el jazmín,
Sellando con el dedo sus quejidos callados,
Vi venir hacia mí una legión de
estatuas;
El mármol y el metal me tomaron la mano.
En los templos dorados donde sombríos ídolos
Miran con sus ojos de zafiro hacia el
mar,
Un suspiro, como el escalofrío de una góndola, alargado,
Alzaba en sus senos pesadas girándulas;
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