La llamada de mi madre me despertó, una voz águda y enérgica, casi
militar diría yo. Y al bajarme de la cama, el frio del suelo al ir descalzo, me acabó de despertar, bajé la
escalera y el calor de la lumbre, me animó, cogi una olla y fuí a la
cuadra a ordeñar las
cabras, mientras mi madre freía, huevos y chorizo para el almuerzo de mi padre, al que ayudaba con gran placer a reducir el plato, ya con la barriga llena, me bestía con un pantalón de varios
colores por los remiendos y aquellas botillas
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