En ningún sitio de los que he estado he visto tanto odio recocido como en Píñar, un pueblo con menos de 600 habitantes reales. El compadreo y el carácter amigable que se palpa en cualquier población de estas características, en Píñar no es que brille por su ausencia, es que ni se contempla, por lo que veo. Lo dicen los viejos. ¿Y así a dónde vamos a ir a parar? A la destrucción del pueblo, a su despoblación, porque somos nosotros mismos los que lo estamos minando, con ese odio (inexplicable) que sólo necesita una pequeña excusa para presentarse con todo su esplendor. Dadles a los piñeros una pequeña razón y se matarán entre ellos, por lo visto están deseando.