LIMONES: JUAN GUSTAVO COBO BORDA...

JUAN GUSTAVO COBO BORDA
(Colombia)

Datos Biográficos

NUDOS

Encadenados a otros ojos,
presos de una risa,
cautivos de la esperanza,
los condenados
dilatan cualquier celda
con un único gesto válido.
Bien puede ser un pan
comprado juntos
o lo que comentan
sobre sus respectivas jaulas.
Mientras tanto
los cepos se cierran sobre sus ansias
y los guardianes
apenas advierten su fuga
en el globo libre de unas pocas palabras
con premura intercambiadas.
Abrazados en el aire
ni siquiera escuchan el coro
que repite con dulce serenidad extática:
“Nada me basta. Todo me sobra.
Sólo te quiero a ti: anudados”.

RASTRO

Tu olor
-el incontrovertible
y brutal olor del amor-
permanece intacto
mientras los besos
se volatilizan
en su propio júbilo
y la humedad
se hace una con la piel.
Tu olor, en cambio,
impregna hasta la médula.
Hasta ese lugar recóndito
donde el deseo anida
y obliga a dejar intactos
los platos del almuerzo
y a danzar de nuevo
hacia la cama,
muertos de hambre
de amor.

PROFESIÓN DE FE

Me gusta como hueles, mía,
y al abrirte deslumbrado
beso esa luz oscura.
Ciego, guíame.

No sabes con cuánto gusto
te disfruto, impúdica.

Ilumíname con tus señales húmedas
y ese tacto, atrozmente,
sensible,
cuyo recóndito latido
es ya la respiración del mundo.

DUERMEVELA

Sin recato te deslizas
por la mente que fantassea con tu ausencia
y allí despliegas
la infinita teoría
de tus sucesivos cuerpos adorados.
Sólo hay bosque y tersura.
Deleitable aspereza y encanto compartido.
Una risa honda
subraya la honda dicha
de esa intimidad oscura.
Náufrago de tu regazo
un postrer verso
aún nos mece con su música.

TAJO

Dura la distancia.
Largo el tiempo.
Cortos los encuentros.
Sin embargo
has excavado
el furioso latido
que permite sobrevivir
a este sábado incoherente.
A este interminable domingo.
Al vacío que por todos lados
bosteza su nada.

CRISIS

Una tarde el amor se acaba
y tanta magia
se trueca en fastidiosa certidumbre
y las palabras únicas
son ruido
para llenar vacíos.
Asoma la bobería de todo ser
y ningún esfuerzo
logra encender de nuevo
ese sol
de la atracción sin límites.
Todo es incomodidad y fuga
para no herir, en vano,
y decretar por fin lo irremediable.
Lo sabido pero no aceptado.
Súbditos de vanas fantasías,
vemos caer a tierra
la pintura fervorosa
que aplicamos sobre nadas
que ahora sí son nada.
Y lo peor de todo:
el alivio que experimentamos
al cancelar la dicha
y eludir la trampa,
felices de iniciar el duelo
y decir adiós con mucha calma.

ADIOS

Es incómodo decir adiós
pero el adiós se dice sólo
sin nuestra intervención.
En Londres una tarde opaca,
asoma su sucia cabeza esta pregunta:
¿No es cierto que ya todo pasó?
No hay duelo ni muchísimo menos celebración.
Es sólo el adiós.
La fastidiosa gota de agua
que horada el pensamiento
hasta llegar al nervio,
exasperado y en tensión.
Los oídos que ya sólo escuchan
la sordera de un repetido tambor.
Hay que decir adiós
y no esconderse más
en el disimulo gentil
y la falaz postergación.
Adiós.

LOS ARDUOS DEBERES DEL AMOR

Una nuca
que nunca termina
y allí se remansa
en el ámbar tibio
con que los sentimientos
estremecen la piel
y desatan
la irreprimible
necesidad de ternura
tan silenciada
por el orín de los días.

Remolino de carbón
al rojo vivo
que llena la atmósfera íntegra
y absorbe todo el oxígeno
con que nuestros ávidos pulmones
apenas si subsisten
en el loco ahogo de un beso sin fin.

Así prosigue
este feliz combate
iniciado
bajo los frondosos ramajes del paraíso.

IMAGEN

Un cuerpo indaga en otro
con cariñosa lentitud
para obtener esa respuesta
en la que el tiempo
fluye sobre sí mismo
y se convierte
en una cortina de pelo negro
sobre la cual resalta
el tenso perfil
de una divinidad antigua.

Allí donde mares ancestrales
rezuman su música
y el ensueño
cierra los párpados
para tornar todo aún más íntimo,
si tal cosa fuera posible.