GRANADA: ALBAICIN...

ALBAICIN

Idílica, pintoresca la colina
de ovilladas calles en terrazas,
que desde el Darro ascienden
buscando miradores cada vez más altos,
proyectando vistas destacadas
en singular entorno urbano.

Laberinto de extraños vericuetos
en escalones empedrados,
que serpentean, que asciende
en altura e interés pintoresco.

La geografía parece adaptarse
y engrandecer el lugar
como la ciudad de los placeres
que irradia grandeza, asombro,
combustible para las vibraciones
que van sonando en el disco duro
de la sensibilidad, quedando
atrapadas en la memoria
en el lugar de los recuerdos,
esa arquitectura armoniosa
y caótica a la vez en un retiro tranquilo,
alterado sólo por turistas y admiradores
con los sentidos capaces de adentrarse
en la historia desde la cercanía
como íntimo ceremonial de la fascinación.

Libro ciudad que el tiempo ha ido escribiendo,
calles convertidas en textos
que envuelven lo mágico en sencillez espiritual,
marcada por los rasgos del tiempo
colgados de la colina,
orgullo de su pasado,
imagen fresca del presente.

Después, de la cima al Darro,
vas desovillando, destrenzando
en una silenciosa trama
entre el cielo y la tierra,
urdimbre callejera con diferentes salidas
perdiéndose por corredores que se deslizan
en dimensiones espacio temporales,
enhebradas como una lista a recorrer.

De vez en cuando una parada
para escuchar las voces del pasado
que han ido tallando la colina de roca y hechizo
para entretener y engatusar al caminante
que se despeña y fisgonea cada palmo andado,
dando formas candorosas a su retina
de cada elemento del paisaje,
templo de leyes, mitos,
de visión entre miradores
unidos como por calzadas romanas,
donde el aliento es la sede del espíritu.

Expresión gráfica de la historia,
como su rendido testimonio,
recuerdo habitado por la memoria
y cincelado por los siglos, hasta ser
declarado Patrimonio de la Humanidad.