Explica en un libro el hispanista francés, Claude Couffon, cómo se encontró, mientras hacía sus investigaciones, en una taberna del Albaicín conversando con un vecino del
barrio. Éste le habló del barranco de
Víznar, y de cómo los "verdugos de Nestares", en alusión a José María Nestares, jefe del frente de Víznar en 1936, fusilaban a sus víctimas. "Cuando sus tumbas estaban cavadas —casi siempre de
noche, a la luz de los focos—, los prisioneros eran conducidos frente a un sacerdote falangista para que confesaran, y le contaran todo lo que querían saber. (...) Terminada la confesión, se quitaban las esposas a los presos, se les ordenaba levantar los brazos y era la orden fatal: " ¡Corre!", le aullaban. Entonces a espaldas de los desafortunados se les veía apuntar los revólveres, y se producían las dos detonaciones secas que hacían estallar la nuca... Cuando los cuerpos caían mal, por ejemplo de espaldas, ellos lo empujaban a patadas hasta los
pozos... Así es, señor, como se moría en Víznar", fue el testimonio del hombre, que recoge en su libro. Couffon explica además que el Barranco de Víznar, que está plantado de
pinos ahora, no estaba en el año 36 de la misma forma, sino que las fosas eran muy visibles, según le contaron, y que la razón del cambio sólo radicaba en la intención de "disimular el crimen" y que las raíces de los
árboles acabaran con cualquier huella de lo que allí pudo ocurrir.
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