La entrada en China de las potencias europeas en el siglo XIX había comportado un cierto desarrollo industrial en una estrecha franja costera y una apertura comercial hacia Occidente. También había surgido una burguesía comercial, aunque numéricamente era poco importante. De este modo, China mantenía una rígida estructura social, sostenida por el confucionismo, que inculcaba al pueblo la sumisión a las jerarquías políticas, sociales y familiares.