El primer emperador de la China fue Yao, que se le representa bajo la imagen de un príncipe modelo, que se ocupa en determinar el curso del sol, de la luna y de las estrellas; administraba justicia en persona; se cuidaba de ver si el pueblo sufría; labró tierras incultas y abrió canales para hacer correr las aguas después de una gran inundación, y hasta hizo desecar el suelo de su imperio, que las primeras colonias encontraron tal vez cubierto aún por las aguas del diluvio.