El rey siguiente Midas, fue un monarca muy codicioso, llegando a pedir a los dioses fue todo cuanto el tocara se convirtiera en oro. Para castigarlo, los dioses le concedieron la gracia: todo cuanto tocaban sus manos se• convertía en oro, incluso la 2omida. A punto de morir de hambre, sólo pudo librarse de su poder bañándose en el río Pactolo, que desde entonces arrastra arenas auríferas..