Por lo expuesto se advierte que la etapa formal de cada encarnación se disuelve y concluye después de cada vida, pero su esencia primordial, el fruto maduro de la experiencia lo absorbe el yo superior que lo acrece y hace evolucionar. Bien podrá decirse que el alma toma su alimento en la tierra, y luego, en la serenidad del cielo, junto a sus tranquilas aguas, lo asimila. Por consiguiente, lo único que persiste, encarnación tras encarnación, es el principio espiritual, la esencia ética, extractada de la suma total de experiencias de cada vida terrena: la vida en su misma, y sus recuerdos es descartada, después de haber sido como succionada por el alma: que requiere solo de ella para nutrirse su esencia espiritual.
Estudiemos ahora la manera de evocar la memoria. Podremos aprender mucho sobre este particular si observamos lo que sucede cuando intentamos recitar un poema que no se fijo del todo en nuestra memoria. Sabemos que difícil es comenzar, a no ser que alguien nos diga la primera línea, y una vez que la tenemos, todo el poema se desgrana espontáneamente dictado por nuestra memoria subconsciente, hasta que el lazo de asociación se rompe y una vez más necesitamos de la ayuda indispensable del apuntador para poder continuar.
Estudiemos ahora la manera de evocar la memoria. Podremos aprender mucho sobre este particular si observamos lo que sucede cuando intentamos recitar un poema que no se fijo del todo en nuestra memoria. Sabemos que difícil es comenzar, a no ser que alguien nos diga la primera línea, y una vez que la tenemos, todo el poema se desgrana espontáneamente dictado por nuestra memoria subconsciente, hasta que el lazo de asociación se rompe y una vez más necesitamos de la ayuda indispensable del apuntador para poder continuar.