Sin embargo, según explicó Adolfo Marco, la zona no está exenta de amenazas para los quelonios. Otras comunidades criollas de residentes, ayudados por los vehículos todo terreno, siguen expoliando los nidos y comiéndose los huevos. Capturan las tortugas y las venden en los mercados a cientos de kilómetros, aprovechando que se mantienen con vida y la carne sigue fresca. Los perros domésticos causan grandes destrozos en las nidadas. Este comercio provoca graves daños en los cultivos a causa de los patógenos presentes en las tortugas.