Empezando por Felipe II en 1180, Francia se convirtió en una de las naciones más importantes de Europa gracias a tres grandes gobernantes. Mejoraron el funcionamiento del gobierno, fomentaron un próspero comercio, recaudaron impuestos de manera eficiente y fortalecieron su posición en la cima de la jerarquía feudal. Aunque se estableció una asamblea nacional llamada los Estados Generales, ésta no tenía realmente ningún poder y fue ignorada con éxito.