La fuerza clave del Imperio Bizantino fue la superioridad de su ejército, que recurrió a lo mejor de la experiencia bélica de los romanos, los griegos, los godos y de Oriente Medio. El núcleo del ejército era la caballería pesada, que actuaba de fuerza de choque apoyada por la infantería ligera (arqueros) y la infantería pesada (espadachines con armadura). El ejército, dividido en unidades, estaba entrenado en tácticas y maniobras. Los oficiales recibían educación en historia y teoría militar. Aunque con frecuencia eran superados en número por masas de soldados carentes de preparación, el ejército bizantino prevalecía gracias a tácticas inteligentes y a una buena disciplina. Una red de espías y agentes secretos, que filtraba información acerca de los planes de los enemigos, reforzaba al ejército, permitiendo utilizar el soborno u otras formas de desviar al enemigo.