Finalmente, se llevó a cabo un análisis para determinar el posible parentesco entre estos individuos. El tipo de tejidos estableció que algunos no eran parientes en absoluto, mientras que otros si pudieron haberlo sido. Cualquiera de las mujeres más jóvenes podría haber sido madre del niño de cuatro años sepultado sobre ellas; mientras que dos de las mujeres de 50 años (incluyendo la que tenía cáncer) pudieron haber sido hermanas. También tenían tatuajes faciales idénticos, quizá hechos por el mismo artífice, muy similares a los del primer retrato conocido de esta región (en torno al 1654 DC). Otra mujer tenía un tatuaje de un estilo y hechura tan distinto que probablemente procedía de una región diferente y se había casado dentro de este grupo.