¿HAY EXPLICACION PARA ESTE ROMPECABEZAS?
Hemos de reconocer que no es tarea fácil encontrar una respuesta satisfactoria a fenómenos que están fuera de nuestro limitado conocimiento y que se sirven de “ilógicos” mecanismos que escapan a los parámetros de nuestras ciencias ortodoxas. Tampoco sería correcto negarlos, así que lo mejor es analizarlos y estudiarlos detenídamente, extrayendo algunas consideraciones que arrojen cierta luz sobre los mismos. En este sentido, el tema de las “visitas de dormitorio” resulta fascinante, pero aún está en estado embrionario, a la espera de un veredicto final, si es que lo hay.
Está claro que detrás de muchas de estas historias no tenemos más que “alucinaciones” creadas por una mente con síntomas patológicos. Así, en un cuadro esquizofrénico es muy corriente la producción de alucinaciones visuales y auditivas, que pueden llevar al paciente a creer que realmente se comunica con “seres extrahumanos”; los estados narcolépticos y crepusculares también son proclives a experimentar visiones oníricas que no parecen tales, y las crisis del lóbulo temporal -investigadas por el Dr. Michael A. Persinger- provocan, en los enfermos epilépticos, complejos dramas alucinatorios muy cercanos, por sus características, a las “experiencias de dormitorio”...
Pero ¿dónde colocaría la psiquiatría todos esos otros fenómenos paranormales antes mencionados? ¿Y los sucesos en que los sujetos no sufren ninguna anomalía psíquica?... En los casos que he recogido no he visto indicios patológicos, salvo la posterior angustia u obsesión a raiz de la experiencia, aunque sí he podido detectar que, en general, todos ellos comparten crisis afectivas, soledad interior, sentimiento de incomprensión, falta de autoestima y tendencia a “trascendentalizar” sus encuentros, elementos que el inconsciente -y aquí nos adentraríamos en la psicología junguiana- podría “dramatizar” usando para ello “arquetipos” que compartimos colectivamente, y proyectar fuera de nosotros, exteriorizando de esta forma el conflicto endógeno. Sobre los “visitantes”, Michael Grosso afirma que “es evidente que se trata de formas similares a las del folklore y la mitología, y me parecen demasiado etéreas, simbólicas y arquetípicas para poder considerarlas como seres extraterrestres que provienen de las estrellas”.
De esta forma se podría explicar, por ejemplo, una visión que marcó profundamente a Julia. Ella, que no recibió de su padre todo el cariño que hubiera deseado, buscó refugio en la “aparición” de un anciano con barbas blancas (arquetipo del “padre protector”, símbolo de seguridad, plenitud y sabiduría).
Hemos de reconocer que no es tarea fácil encontrar una respuesta satisfactoria a fenómenos que están fuera de nuestro limitado conocimiento y que se sirven de “ilógicos” mecanismos que escapan a los parámetros de nuestras ciencias ortodoxas. Tampoco sería correcto negarlos, así que lo mejor es analizarlos y estudiarlos detenídamente, extrayendo algunas consideraciones que arrojen cierta luz sobre los mismos. En este sentido, el tema de las “visitas de dormitorio” resulta fascinante, pero aún está en estado embrionario, a la espera de un veredicto final, si es que lo hay.
Está claro que detrás de muchas de estas historias no tenemos más que “alucinaciones” creadas por una mente con síntomas patológicos. Así, en un cuadro esquizofrénico es muy corriente la producción de alucinaciones visuales y auditivas, que pueden llevar al paciente a creer que realmente se comunica con “seres extrahumanos”; los estados narcolépticos y crepusculares también son proclives a experimentar visiones oníricas que no parecen tales, y las crisis del lóbulo temporal -investigadas por el Dr. Michael A. Persinger- provocan, en los enfermos epilépticos, complejos dramas alucinatorios muy cercanos, por sus características, a las “experiencias de dormitorio”...
Pero ¿dónde colocaría la psiquiatría todos esos otros fenómenos paranormales antes mencionados? ¿Y los sucesos en que los sujetos no sufren ninguna anomalía psíquica?... En los casos que he recogido no he visto indicios patológicos, salvo la posterior angustia u obsesión a raiz de la experiencia, aunque sí he podido detectar que, en general, todos ellos comparten crisis afectivas, soledad interior, sentimiento de incomprensión, falta de autoestima y tendencia a “trascendentalizar” sus encuentros, elementos que el inconsciente -y aquí nos adentraríamos en la psicología junguiana- podría “dramatizar” usando para ello “arquetipos” que compartimos colectivamente, y proyectar fuera de nosotros, exteriorizando de esta forma el conflicto endógeno. Sobre los “visitantes”, Michael Grosso afirma que “es evidente que se trata de formas similares a las del folklore y la mitología, y me parecen demasiado etéreas, simbólicas y arquetípicas para poder considerarlas como seres extraterrestres que provienen de las estrellas”.
De esta forma se podría explicar, por ejemplo, una visión que marcó profundamente a Julia. Ella, que no recibió de su padre todo el cariño que hubiera deseado, buscó refugio en la “aparición” de un anciano con barbas blancas (arquetipo del “padre protector”, símbolo de seguridad, plenitud y sabiduría).