Platero.
No puedo dejar de acordarme de Platero
sí, del borriquillo universal del poeta.
El de los espejos de azabache por ojos,
el de las uvas moscatel, todas de ámbar.
Ese animal tan tierno y mimoso como un niño,
ese que iba siempre ágil y dispuesto,
el que se estremecía sensualmente
y levantaba las orejas cuando en la otra colina
podía adivinar que estaba su amada.
Ves, hasta Platero que era un animal de acero
era tierno y mimoso igual que un niño,
que una niña... pero fuerte y seco por dentro,
como de piedra.
No puedo dejar de acordarme de Platero
sí, del borriquillo universal del poeta.
El de los espejos de azabache por ojos,
el de las uvas moscatel, todas de ámbar.
Ese animal tan tierno y mimoso como un niño,
ese que iba siempre ágil y dispuesto,
el que se estremecía sensualmente
y levantaba las orejas cuando en la otra colina
podía adivinar que estaba su amada.
Ves, hasta Platero que era un animal de acero
era tierno y mimoso igual que un niño,
que una niña... pero fuerte y seco por dentro,
como de piedra.