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Platón

Filósofo griego, nacido y muerto en Atenas (427-347 A. C.) Descendiente de noble familia, a los veinte años conoció a Sócrates, de quien fue discípulo, y a la muerte de su maestro se retiró a Megara. Luego comenzó un largo período de viajes que duró unos doce años, durante el cual visitó Egipto, Siracusa y la Magna Grecia. Regresó a Atenas alrededor del año 396, y allí dedicó el resto de su vida a la enseñanza y fundó una escuela de filosofía en el Gimnasio de Academo, de donde deriva el nombre de Academia dado a su escuela. Desde sus primeros escritos se le llamó "el Divino". Biógrafo, comentador y discípulo de Sócrates, recogió la doctrina de su maestro e hizo de ella fuente inagotable de inspiración y de elevados pensamientos. Artista por temperamento, su palabra es modelo de aticismo y recorre todas las gradaciones desde la sencillez a la sublimidad; pensamiento elevado, imaginación brillante, vigor dialético, gracia y musicalidad en la expresión, amplitud de espíritu, todo en su obra revela la huella del genio. Adoptó el diálogo como forma de expresión, y sus escritos no han perdido nada de su frescura en el transcurso del tiempo. De sus numerosos obras, clasificadas de diversos modos por los comentaristas, damos aquí las más conocidas: Apología; Critón; Ión; La República; Georgias; Hipías; El Banquete; Fedón; El sofista; Critias; Protágoras; Menón; Fedro; Parménides y Las leyes. A pesar de los siglos transcurridos en el curso de los cuales el platonismo ha ejercido extraordinaria influencia en el pensamiento humano, obras como Fedón, que presenta a Sócrates en su último día departiendo con sus discípulos con la serenidad del justo, La República, utopía ideal de un Estado, y Las leyes, se leen con provecho, sugieren fecundas reflexiones y hacen admirar la universalidad del genio que las creó. Platón fue dueño de una cultura que abarcaba amplísimos horizontes y de una personalidad excepcional, dotada de enorme capacidad y de profunda penetración espiritual. La filosofía, limitada en Sócrates a la ética, adquiere en Platón el carácter de ciencia universal, y abarca todos los problemas del pensamiento y de la existencia. La dialéctica es el núcleo del cual se derivan la teoría del conocimiento y la del ser, que comprende la ontología, la teodicea, la lógica y la epistemología, y por consiguiente, la física, la psicología y las matemáticas. El origen del conocimiento lo explica Platón por la teoría de la reminiscencia, que es la facultad anímica con que traemos a la memoria las cosas. "La reminiscencia es el acto por el cual el alma se renueva y hace revivir en ella, sin ayuda del cuerpo, lo que ha experimentado otras veces en comunidad con el cuerpo"; el punto de partida es la sensación y de allí se eleva el pensamiento. Entre las sensaciones y los pensamientos actúan como intermediarios los conceptos universales. La función de pensar nos lleva al descubrimiento de las Ideas, que, según el filósofo, constituyen lo real, lo necesario y lo absoluto del mundo, y expresan además lo permanente en lo variable, la unidad en la multiplicidad y lo común en lo diverso, y a la vez que son el origen del conocimiento y de la realidad, hacen posible la existencia de los seres. Platón transforma la teoría socrática de los conceptos en una teoría sistemática de la representación universal, constituida por las Ideas, que hallan su unidad en la Idea del Bien, fundamento de su moral. Cada cosa es lo que es en cuanto llena su función no cumple su fin, del mismo modo que el universo es definido por su fin, su aspiración: el Supremo Bien. El verdadero bien consiste en la unión del placer y del saber, y el principal modo de desarrollar esa idea del bien es la autodisciplina. El que aspira a llevar una vida virtuosa debe "morir diariamente" a la vida de los sentidos. La virtud consiste en la imitación de Dios. Debemos sujetar el cuerpo al alma, y en ésta supeditarlo todo a la razón. Dios es el Supremo Bien y la Justicia absoluta. Según Platón, la filosofía es "una constante meditación sobre la muerte", y cualquier idea del sistema de Platón resultará incompleta si no se tiene en cuenta el fondo esencialmente religiosa que lo anima. El imperativo del deber es absoluto y la justicia la razón de ser de las demás virtudes; para la práctica de la virtud es menester la educación. Subraya la oposición entre el alma y el espíritu, y aun cuando no halló una prueba satisfactoria de la inmortalidad de aquélla, "comparte - dice un comentarista - la dulce esperanza de los que sueñan con un reinado eterno, cuya existencia tiene, en efecto, muy sólidos fundamentos". En ese aspecto, Platón es el punto de partida de una larga tradición que ha venido perdurando en el pensamiento europeo a través de los siglos. En su vejez resumió sus principios religiosos en la sentencia de que Dios es la medida de todas las cosas.