En el siglo XIX, el pintor francés Jean Géricault estudió hombres agonizantes en un hospital, se afeitó la cabeza y se encerró con despojos humanos en el depósito de cadáveres. Esta fue su forma de llevar al extremo el espíritu del realismo social cuando estaba trabajando en su obra maestra, La Balsa de la Medusa. Había sido inspirado por un desastre marino en el cual 149 pasajeros de un barco hundido terminaron flotando en una balsa en el mar. Su Balsa provocó furiosas protestas de los miembros de la escuela clásica.