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FREILA: Ulises en su Patria, Itaca...

Ulises en su Patria, Itaca

Ulises ya estaba en una playa apartada de Itaca sin saberlo, pues la diosa Atenea lo había cubierto de una espesa niebla.

Poco a poco, la diosa evaporó la niebla mientras le explicaba lo ocurrido en su isla durante su larga ausencia.

Ulises, le rogó a la diosa que no lo abandonara a su suerte y la diosa le habló con ternura:- Jamás te abandonaré, Ulises. Debes seguir mis consejos al pié de la letra: Primero debes esconder todos los tesoros que el padre de Nausica te obsequió- Hecho esto, lo transformó en un pobre y harapiento anciano y le dijo:- Ahora debes dirigirte a la cabaña del porquerizo que cuida los cerdos de tu palacio, pues ese hombre siempre te ha sido fiel y sigue sus indicaciones.

Después de darle esos consejos, la diosa Atenea volvió a convertirse en águila para alejarse volando sobre el mar.

Ulises hizo exactamente lo que la diosa le indicó.

Al acercarse al porquerizo, los perros que estaban a su lado se abalanzaron gruñendo y ladrando. El porquerizo los contuvo para que no lo ataquen y luego le dijo mientras lo invitaba a sentarse en su cabaña:- No temas. No creo poder soportar otra desgracia si mis perros te lastiman.- y continuó- Hace muchos años que nuestro rey emprendió un largo viaje y nadie supo nada de él. La reina Penélope y su hijo Telémaco, además de sufrir esta larga ausencia, tienen que soportar los acosos de unos nobles que se instalaron en el palacio, forzándola a que elija un esposo entre ellos.

Mientras relataba esta historia, le ofreció una copiosa comida y Ulises se sintió a salvo junto a ese fiel servidor.

Al mismo tiempo, en una isla lejos de allí, la diosa Atenea pasó a buscar a Telémaco y le ordenó que se embarcara cuanto antes hacia Itaca. Para que los pretendientes no lo descubrieran lo envolvió en niebla y así pudo llegar a Itaca sin contratiempos.

Telémaco desembarcó muy cerca de la cabaña del porquerizo y pasó a saludarlo ya que era una de las pocas personas que merecían su confianza.

El porquerizo no podía disimular la emoción al ver a Telémaco sano y salvo y lo invitó a comer junto a Ulises transformado todavía en un pobre mendigo.

Ulises, al ver nuevamente a su hijo hecho hombre y contemplando su buena educación y su trato amable se sintió orgulloso.

Telémaco le ordenó al porquerizo que corriera hasta el palacio para avisarle a su madre que había regresado y que se encontraba bien.

Cuando el porquerizo se fue, la diosa Atenea transformó a Ulises nuevamente a su aspecto verdadero, vestido con el lujoso traje que el rey de los feacios le había regalado para presentarlo ante su hijo. Telémaco al verlo, pensó que estaba ante uno de los dioses del Olimpo, pero Ulises le dijo:- Telémaco, soy Ulises, tu padre, que he regresado luego de diez años de ausencia.-Se abrazaron apretadamente sin poder creer que este ansiado momento llegaría algún día, y luego trazaron un plan para deshacerse de los pretendientes.

Antes que regresara el porquerizo, la diosa Atenea volvió a transformar a Ulises en el andrajoso anciano para que nadie sospechara nada.

El porquerizo regresó con muy malas noticias. Los nobles estaban furiosos porque Telémaco había escapado de sus manos y ahora juraron matarlo no bien lo vieran.

Por la mañana muy temprano, Telémaco regresó al palacio donde lo recibieron su nodriza y su madre. No pensaban que lo volverían a ver y por lo tanto no dejaban de besarlo y abrazarlo.

Mas tarde, el porquerizo acompañó a Ulises, todavía en forma de pobre mendigo hasta la ciudad. De repente, Ulises se topó de frente con su fiel pero Argos, que ya estaba muy viejo. El perro lo reconoció no bien lo vio y se acercó rengueando y meneando la cola, pero tan grande fue el júbilo de Argos que su corazón no resistió el impacto y cayó muerto al instante.

Ulises lloró la muerte de su devoto amigo y luego se acomodó a las puertas del palacio, donde Telémaco le mandó servir un copioso almuerzo.

Cuando terminó e comer, Ulises entró al palacio, donde estaban los nobles que lo trataron con desprecio mientras le arrojaban restos de comida como si fuera un animal. Uno de los nobles, asestó a darle un golpe con un banco mientras lo arrojaba de la sala.

Ulises volvió a acomodarse en las puertas del palacio y, aprovechando que los nobles regresaban a sus casas por la noche, junto a Telémaco agruparon todas las armas que los pretendientes habían dejado tiradas por el lugar y las escondieron.

Bien entrada la noche, Ulises volvió a entrar al palacio, confundido entre los sirvientes se sentó en un rincón. De repente entró a la sala la reina con un grupo de damas y se sentaron junto al fuego.

Cuando Penélope advirtió la presencia del pobre mendigo le dijo a la nodriza:-Mira el aspecto de ese pobre hombre. Parece que ha viajado mucho. Ve a buscar un cántaro y lávale los pies.

La nodriza salió rápidamente a cumplir las órdenes de la reina.

Esta anciana había estado muchos años bajo las órdenes de Ulises y conocía muchos detalles. Por ejemplo, que Ulises cuando era joven había sufrido la mordedura de un jabalí durante una cacería. Eso le produjo una cicatriz imborrable en el tobillo y la nodriza la conocía de memoria. Cuando comenzó a lavarle los pies y vio ese signo inconfundible, la nodriza pegó un salto, arrojando el cántaro y dando un grito:-! Tu eres Ulises! Esa cicatriz solo puede ser tuya.

Ulises hizo callar a la nodriza para no ser descubierto y la diosa Atenea, para que Penélope no presenciara esta escena, nubló la mente de la reina y ella ni vio ni escuchó nada.

Penélope, se levantó de su sillón junto al fuego porque ya era hora de ir a descansar. Al pasar junto al mendigo le dijo:- ¿Ves esas doce hachas colgadas una junto a la otra en la pared? Mi marido acostumbraba disparar doce flechas entre ellas con gran exactitud. Ahora que mis pretendientes han descubierto mi truco de la tela que nunca se termina, les dije que me casaría con el que lograra hacer lo mismo que hacía mi esposo.

El mendigo tomándole la mano le dijo dulcemente:-No te preocupes, Reina Penélope. Cuando se realice la competencia, Ulises en persona disparará las flechas como en los buenos tiempos.

La reina le respondió con una sonrisa mientras pensaba cuanto le cambiaría la vida si esas palabras se hicieran realidad.

Al día siguiente comenzó la competencia. Los nobles estaban ansiosos por obtener el premio mayor: la reina Penélope y el reino de Itaca. Reían y se restregaban las manos entusiasmados mientras esperaban en fila su turno.

De repente, la reina hizo su aparición en la sala con el famoso arco de Ulises. Se lo entregó a Telémaco para que comenzara la competencia y se retiró para no tener que soportar semejante tormento.

Telémaco colocó las doce flechas de bronce y alcanzó el arco al primer noble de la fila. Este ni siquiera tuvo fuerza para flexionar el arco.

Uno tras otro fueron pasando para probar sus fuerzas y uno tras otro fracasaron en el intento, perdiendo así su oportunidad de conseguir el premio.

De pronto, el viejo mendigo se levantó y tomando el arco entre sus manos, disparó las doce flechas con gran precisión quedando justo entre las hachas.

Luego, con voz semejante a un trueno gritó:- La competencia ha terminado. Yo soy el dueño de mi esposa y de mis bienes por derecho propio.-Y a continuación, agregó:-Ahora elegiré otro blanco.-Paso seguido, comenzó a disparar sus flechas contra los pretendientes dándoles muerte de a uno por vez mientras suplicaban clemencia de rodillas.

- ¡Ah! ¿Creían que no regresaría? Mientras no estaba malgastaron mi fortuna y acosaron a mi esposa. Pues aquí estoy yo y a ustedes les ha llegado su fin.

Algunos nobles trataron de defenderse, pero Ulises luchó valientemente y con todas sus fuerzas intactas dejando un tendal de cadáveres a su alrededor.

Cuando la nodriza vio ese espectáculo fantasmal se horrorizó. Pero su espanto duró poco, ya que reconoció a Ulises y salió corriendo a buscar a la reina para contarle lo ocurrido.

Cuando Penélope entró a la sala no podía creer lo que sus ojos veían. La emoción no le permitía reaccionar.

Telémaco al verla tan desconcertada le dijo:- ¿Qué te ocurre madre? ¿No reconoces a mi padre?

Penélope reaccionó ante las palabras de su hijo y corrió al encuentro de Ulises para fundirse en un abrazo interminable.

Este es el fin de las aventuras de Ulises.