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FREILA: Heracles y los Toros de Gerión...

Heracles y los Toros de Gerión

Euristeo decidió esta vez, enviar a Heracles a buscar los Toros Rojos de Gerión.

Gerión era un terrible gigante con tres cuerpos. Vivía en una isla lejana de occidente, cruzando el océano y tenía un rebaño de hermosos toros rojos, custodiados por un boyero y un temible perro con tres cabezas.

Para llegar a tan remoto lugar, Heracles tuvo que recorrer la costa de Africa. Al llegar al estrecho que separa Europa de Africa, levantó dos columnas, una en cada continente para conmemorar su paso por ese territorio.

En ese lugar, el sol brillaba con tanta fuerza, y la temperatura era tan agobiante, que Heracles, enfurecido, le arrojó dos flechas al sol.

El sol sorprendido por esa actitud tan audaz, con el deseo de apaciguarlo le dio una copa de oro que al descender del cielo podía transportarlo a través del cielo, cruzando el océano hasta la costa del horizonte lejano donde el sol sale para iluminar al mundo.

Heracles trepó a la copa y se trasladó volando hasta la lejana isla de Gerión.

Cuando llegó a su destino lo esperaban el terrible perro de tres cabezas que no bien lo vio comenzó a ladrarle y a mostrarle sus afilados colmillos. Heracles tomó su maza y le partió las tres cabezas.

Luego apareció el boyero- ¿Qué pasa? ¿Quién anda por ahí? Preguntó.

Heracles lo sorprendió y también descargó su maza dejándolo inconsciente. Cuando apareció el terrible gigante Gerión, Heracles lo atacó con sus afiladas flechas hasta darle muerte.

Luego, Tomo el rebaño de toros rojos que hizo subir a la copa y volvió a volar en ella haciendo el recorrido inverso atravesando la noche sobre el océano.

Luego condujo el rebaño de toros a pié. Pero al llegar al Ródano, sus habitantes se enamoraron de esos hermosos bueyes rojos y le presentaron una feroz batalla. Tan cruel fue la pelea que Heracles quedó mal herido en la contienda.

Heracles pensó que estaba perdido y pidió ayuda a su padre, Zeus a los gritos- ¡Por favor, Padre Zeus, ayúdame!

Zeus lo escuchó y para ayudarlo envió una gran tormenta de granizo sobre el enemigo.

Las piedras de hielo eran enormes y los enemigos de Heracles huyeron despavoridos.

Luego de atravesar numerosas regiones, y estando ya cerca de su meta, Hera, que siempre estaba atenta para causarle problemas a Heracles, envió un tábano que volvió loco al rebaño con sus picaduras.

Los toros corrieron enloquecidos y el rebaño se dispersó en las montañas.

Heracles perdió mucho tiempo tratando de agrupar nuevamente a los toros, recuperó la mayor parte y luego se dirigió a Micenas ante Euristeo, que no podía creer que Heracles, nuevamente, resultara victorioso en tan difícil tarea.