Cuando llega la temporada del celo, el macho defiende un área o territorio. Selecciona el lugar del nido, un pequeño claro en la tierra escarbado con las patas, y con una danza muy vistosa invita a una hembra a formar la familia. El futuro papá se echa en la tierra y como si fuera al compás de una pieza musical clásica, levanta un ala mientras recoge la otra a la vez que alza y baja la cola. El borde de las alas, que tienen el aspecto de grandes abanicos, y la cola están constituidos de plumas blancas muy atractivas tanto a los seres humanos como a la futura mamá que queda embelesada con tal cortejo.