El 11 de febrero comenzó un interrogatorio fuera de lo común que duró once días. El asesino en serie más prolífico de la Gran Bretaña dictaría más de 30 horas de confesión muy detallada sobre los distintos crímenes, ayudando a la policía tanto como le fue posible con detalles y descripciones para que los investigadores pudiesen identificar a las víctimas. Apenas tuvieron que interrogarle, pues él mismo había trabajado como policía en período de pruebas y sabía de sobra cómo se desarrollaba un interrogatorio.