Así pues, te registras, pones tu nombre y tu contraseña y te adentras en el mundo feisbuquiense. Y el estrés se apodera de tu cuerpo, de repente tus amigos detectan que estás en Facebook y te agregan en masa. Te invitan a grupos, juegos, aplicaciones, causas, te enseñan fotos, te dejan comentarios, te abren el chat, te dan la bienvenida, te escriben en el muro y aaaghhh ¡Socorro! Cierras el navegador y no vuelves a entrar. Bueno sí, vuelves a entrar, al cabo de un rato, cuando la gente se ha tranquilizado y puedes chafardear con calma.