Con la guerra terminada, el gobierno federal se concentró en mejorar su control en los territorios. Subdividió varios territorios, preparándolos para ser estados, siguiendo los precedentes establecidos por la Ordenanza del Noroeste de 1787. También estandarizó procedimientos y la supervisión de gobiernos territoriales, quitando algunos poderes locales e imponiendo mucha ‘cinta roja’, todo lo cual hizo crecer significativamente a la burocracia.