A medida que el oro y la plata se terminaban, los mineros experimentados comenzaron a trabajar gradualmente como mineros industriales, trabajando con hierro, cobre, carbón y otros depósitos minerales que propiciaron el crecimiento de la economía nacional. Trabajar en las minas profundas era muy peligroso. Las temperaturas podían exceder los 150ºF (66ºC), muchos murieron por golpes de calor. La escasa ventilación concentraba dióxido de carbono, polvo, y otros compuestos que causaban fuertes jaquecas y mareos. Los accidentes, las explosiones prematuras, y los derrumbes eran comunes y mortales. Alrededor de la mitad de los mineros sufrían enfermedades pulmonares. En las minas de rocas duras, los accidentes herían a 1 de cada 30 mineros y mataban a 1 entre 80, los índices más altos de la industria norteamericana.