El 5 de agosto de 1926, mientras viajaba por las montañas de Humboldt en la región de Kokonor, en el Tibet, Nicholas Roerich divulgó la noticia de que los miembros de su expedición habían visto en lo alto del cielo “algo grande y brillante que había estado reflejando el sol, como un óvalo enorme que se movía a gran velocidad” (éste es un extracto de su diario de viaje “Altai-Himalaya”, publicado en 1929