El Arcangel Uriel
También es el “ángel del arrepentimiento”. Capaz de enseñarnos las leyes kármicas y la misericordia de Dios. Se lo conoce como el ángel de vista más poderosa, de mayor agudeza. No sólo real, sino metafóricamente.
Es uno de los siete arcángeles que habitan alrededor del trono divino. Por ser un ángel salvador, Uriel nos revela el método para curar las enfermedades físicas o espirituales de nuestras vidas, transformar las derrotas en victorias y la adversidad en bendición.
Cuando San Miguel venció el combate librado en los cielos, contra el ángel oscuro, sobrevino un período de paz. La Tierra giraba sin manifestaciones de vida todavía. Entonces, el llamado del Creador recorrió el espacio anunciando que había llegado el momento de preparar la llegada del Hombre.
Dios prometió a todos los ángeles que aquél que consiguiera sostener una cadena ligada de planetas sería el regente. Un ángel pequeño e incansable, Uriel, quiso superar el desafío motivado por su enorme amor y entrega a la voluntad de Dios.
Decidió vivir en la superficie terráquea destinando sus energías en el balance y equilibrio de sus órbitas, regando parcelas con lluvias y cuidando la vegetación. Cuando lograba crear un precioso jardín se marchaba muy lejos, olvidándose cuál había sido el anterior.
Cumplido el plazo, el Señor volvió a llamar a los ángeles para que presentaran sus obras. Pero no quedó conforme con lo que éstos habían hecho. Sólo faltaba Uriel… Un séquito de ángeles salió a buscarlo, y lo encontró sentado en un monte muy alto, en un planeta diminuto.
Le avisaron que Dios quería verlo. Le pidió perdón por su olvido y le habló de todos los lugares en los que había trabajado, pero le explicó apenado que no recordaba cómo llegar a ellos pues olvidaba siempre el camino.
El Señor sintió entonces que aquel pequeño ángel había logrado lo que ninguno de los otros había conseguido, porque si no recordaba dónde estaban los mundos que serían el hogar de los hombres, éstos no podrían estar tan cerca como para dominarse los unos a los otros.
Entonces, Dios lo convirtió en arcángel y colocó un sol sobre su cabeza, símbolo de su mayor jerarquía. Le obsequió una divina inteligencia y una eterna memoria, poniendo a la Tierra bajo su cuidado.
También es el “ángel del arrepentimiento”. Capaz de enseñarnos las leyes kármicas y la misericordia de Dios. Se lo conoce como el ángel de vista más poderosa, de mayor agudeza. No sólo real, sino metafóricamente.
Es uno de los siete arcángeles que habitan alrededor del trono divino. Por ser un ángel salvador, Uriel nos revela el método para curar las enfermedades físicas o espirituales de nuestras vidas, transformar las derrotas en victorias y la adversidad en bendición.
Cuando San Miguel venció el combate librado en los cielos, contra el ángel oscuro, sobrevino un período de paz. La Tierra giraba sin manifestaciones de vida todavía. Entonces, el llamado del Creador recorrió el espacio anunciando que había llegado el momento de preparar la llegada del Hombre.
Dios prometió a todos los ángeles que aquél que consiguiera sostener una cadena ligada de planetas sería el regente. Un ángel pequeño e incansable, Uriel, quiso superar el desafío motivado por su enorme amor y entrega a la voluntad de Dios.
Decidió vivir en la superficie terráquea destinando sus energías en el balance y equilibrio de sus órbitas, regando parcelas con lluvias y cuidando la vegetación. Cuando lograba crear un precioso jardín se marchaba muy lejos, olvidándose cuál había sido el anterior.
Cumplido el plazo, el Señor volvió a llamar a los ángeles para que presentaran sus obras. Pero no quedó conforme con lo que éstos habían hecho. Sólo faltaba Uriel… Un séquito de ángeles salió a buscarlo, y lo encontró sentado en un monte muy alto, en un planeta diminuto.
Le avisaron que Dios quería verlo. Le pidió perdón por su olvido y le habló de todos los lugares en los que había trabajado, pero le explicó apenado que no recordaba cómo llegar a ellos pues olvidaba siempre el camino.
El Señor sintió entonces que aquel pequeño ángel había logrado lo que ninguno de los otros había conseguido, porque si no recordaba dónde estaban los mundos que serían el hogar de los hombres, éstos no podrían estar tan cerca como para dominarse los unos a los otros.
Entonces, Dios lo convirtió en arcángel y colocó un sol sobre su cabeza, símbolo de su mayor jerarquía. Le obsequió una divina inteligencia y una eterna memoria, poniendo a la Tierra bajo su cuidado.