Lo explica José Barasona, propietario de una
finca en Guadalmellato en la que van a "aterrizar" los nuevos ejemplares. Su terreno, dedicado a la
caza, abunda en conejo porque «llevan 50 años manteniendo el
campo para que lo haya, porque sabemos que la fisonomía de la finca afecta más al conejo que los virus».